Selecciona tu idioma

.

lunes, 20 de abril de 2015

1054

Muy buenas mis queridas raipaquistas. Aquí estoy de nuevo para comentar, otra vez, un capitulo donde las pelusas de la cobardía, campan a sus anchas por nuestro querido Raimundo. Lo único que hace diferente a este capítulo del otro, es que, pronto, estas pelusas se marcharán con viento fresco, y tendremos a Raimundo de nuevo en la Casona, de donde nunca debió salir.

El viernes dejamos a nuestra parejita en el jardín de la Casona, con una Francisca desesperada por la inminente partida de Raimundo, y decidida a no dejarlo marchar, dispuesta a hacer lo que sea, por retenerlo, incluso, una locura si fuera menester.

Raimundo Pelusas (Alias me cago vivo cuando las cosas no van bien y me importa un carajo, el daño que pueda hacerle a la mujer que más amo en esta vida) Lejos de razonar, se esconde detrás de su cobardía, para no afrontar sus sentimientos, amparándose en la sensatez.


Y ahora viene la escena por excelencia, una escena que a pesar de todo lo que dicen por ahí, las lenguas de doble filo y también de doble moral, es la declaración de sentimientos, más pura y sincera que jamás se haya hecho.


Francisca abre su corazón, para sacar todo el dolor que ha almacenado durante los largos años de palizas, humillaciones y dolor por estar separada de la persona que le robó el alma y se alejó de ella. Nunca hemos visto a Francisca tan sincera, tan desesperada, tan enamorada, como aquí, no quiere, no puede rendirse y perder de nuevo su vida. Se agarra a una tabla de salvación, que Raimundo se empeña, una y otra vez, en arrebatársela. Juega con la única arma que tiene, sus sentimientos, ruega, suplica ¡implora! Que le dé una  nueva oportunidad para retomar  ese amor que nunca han dejado de sentir.
¡No! No, no, no… No te vayas Raimundo.

Francisca, ¿no te das cuenta que nuestro tiempo se ha acabado? ¿Qué lo nuestro no tiene razón de ser?

Mi alma ha vivido torturada, desde aquél aciago día, en que casé con Salvador Castro. Pero ni uno sólo he dejado de amarte.

Tarde Francisca… Lo hemos intentado una vez más, pero al fin, el tiempo, ha vuelto a cerrar nuestra puerta.

Te lo suplico, ya no me queda nadie. Perdí a mis hijos, a… a María a Bosco. Más siempre pensé que te tendría a mi lado, ¿no lo comprendes?  Si no te tengo cerca, mi existencia toda, no tiene sentido. Si he vivido, ha sido para amarte y para odiarte, pero siempre fuiste y eres tú, el centro de mi universo.

Y como una imagen vale más que mil palabras. Os dejo este final de escena, que es imposible describir con palabras, dado que su contenido, está plagado de emoción, desesperación, amor y tristeza.


¿Qué puedo decir detrás de esta fabulosa escena? Sólo arrodillarme y alabar a María Bouzas y a Ramón Ibarra, porque han trasmitido, al milímetro, todos los sentimientos y tormentos, por los que sus personajes pasaban en esos momentos.

¡¡¡¡SOIS MUY GRANDES!!!


Dejamos atrás esta fabulosa escena y volvemos con Francisca que recibe a Pedro Mirañar. Ha venido a presentar sus respeto y de paso a enterarse de lo que ha acontecido por la Casona.
Mirañar, cada día se parece más a su esposa.

Francisca se interesa de cómo le ha ido por la India y Pedro le narra sus peripecias con una cobra que salía de una cesta amenazadora y de cómo logró matarla,
Francisca le felicita por su valentía al enfrentarse a la serpiente, pero Pedro le aclara que no era tal la amenaza, que esas serpientes están amaestradas para bailar y así deleitar al Marajá.
Cómo quién dice, asesiné a la primera bailarina.

Francisca no puede aguantar la risa que le producen las ocurrencias del Mirañar.

Jamás pensé que diría esto, alcalde, más me alegro tenerlo de vuelta, a mi pesar, me ha hecho reír.

Y yo, no puedo más que darle las gracias, a don Pedro Mirañar, por hacernos volver a ver, esa maravillosa sonrisa de Francisca. Muchas gracias Pedro.

Y después de deleitarnos con esta graciosa escena, damos paso a la casa de comidas con Raimundo despidiéndose de todos.

Todos están muy apenados porque Raimundo ha decidido marcharse, pero lo prefieren lejos e infeliz, a que esté con Francisca.

Se acerca a despedirse del ¿cura? Sí, pregunto lo de cura, porque yo dudo que lo sea.

Raimundo, como amigo que lo tiene, le cuenta que tiene dudas, que ha visto a Francisca sincera como no la había visto desde que era una muchacha. Que se arrepentía, que lamentaba todo lo que hizo, que lo necesitaba y lo amaba por encima de todas las cosas. ¿Pero pensáis que este “cura” haciendo honor a los hábitos que lleva, se apiada? No hijas, no, al contrarío, le dice que se aleje de ella a pesar del amor que se tienen, que el amor no lo puede todo, que lo prefiere lejos a que esté con Francisca.
Gracias señor cura por comprender, perdonar y ayudar al prójimo, sí señor, eso es un cura. Te voy a refrescar la menoria.

Amen a sus enemigos, hagan bien a los que los odien, bendigan a los que los maldigan, rueguen por los que los difamen. (Lc. 6, 27 - 28).

Sean compasivos como su Padre es compasivo. No juzguen, y no serán juzgados, no condenen, y no serán condenados, perdonen, y serán perdonados." (Lc. 6, 36 - 37).

Si tu hermano peca, repréndele, y si se arrepiente, perdónale. Y si peca contra ti siete veces al día, y siete veces se vuelve a ti diciendo: "Me arrepiento", le perdonarás. (Lc. 17, 3 - 4).

(Siento este arrebato religioso, pero es que tantos años de colegio Diocesano deja huella, y estas palabras les vienen al pelo a todos)


Volvamos a la Casona. Fe está recogiendo la cocina, cuando baja Francisca como un alma en pena a pedirle que le suba una tila. Fe, que parece que es la única de todo el pueblo, quitando a Mauricio, que se da cuenta por lo que está pasando Francisca, se ofrece a calentarle la comida, ya que no ha probado bocado, pero Francisca lo rechaza, sólo quiere lo que le ha pedido. Cuando Francisca se marcha, Fe se compadece de ella, sabe por lo que está pasando.
Mialá, la pobre, pero si no es ni la sombra de lo que ha´sio. To por la culpita de un hombre.

Llega Mauricio para preguntar si sabe si Doña Francisca ha hecho, o dicho algo de Severo, Fe le dice que la señá no está para nada, que desde que Raimundo se fue, la doña no tiene espíritu pa´na.

Ahí donde la ves, la señora sabe levantarse después de cada caída. Si no fuera por esa tenacidad, no estaría donde está.

Sí, será todo lo tenaz que tú quieras, pero Mauricio, yo la tengo calá, y esa mujer se consume de la pena. Hasta a mí, me da una pena mu grande.

Cierto, nunca estuvo tan sola.

Muchas gracias a ambos, por comprender e intentar cuidar a Francisca.

Y ya sin más, pasamos a los avances. 








1 comentario:

  1. jajajajajja, ayyy Sonia.... jo, así da gusto ver a la Paca, con esa sonrisa tan personal suya, me han encantado esas capturas tanto de Francisca, como las de Pedro Mirañar. La verdad es que por lo menos, es el único que la hace sonreir así, sin intenciones ocultas.

    De Raimundo, bueno, sin comentarios, no tengo opinión para él ( bueno si que la tengo, pero nos cierran el blog seguro).

    Muchas gracias por tu artículo. Grandes Ramón y María, grandes!!!!

    ResponderEliminar