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miércoles, 26 de abril de 2017

1563

-Sí, Francisca, me encuentro bien- le aseguró él mientras sus ojos brillaban de dicha al verla sonreír de aquella manera; con la alegría bombeando en su pecho para calar cada centímetro de su ser. Pero también con miedo, con el miedo de quien teme despertar y volver a encontrarse con la realidad. Con el miedo de quien no quiere perderse de nuevo en la soledad de su ausencia.  

Y, con ese miedo nublando sus pensamientos, cerró los ojos para atreverse a poner en palabras las únicas dudas que la mantenían a medio camino entre la felicidad y la tristeza.
-¿Entonces sabes dónde estás y quién soy?- pronunció a media voz.  

Él asintió, repetidamente, como respuesta y sonrió con ella al ver que todos sus miedos se habían ido y que era plenamente consciente de que su respuesta significaba que volvería a intentar escaparse de aquella habitación pues la Casona era su casa y ella la mujer a la que amaba desde niño.

La mujer con la que había compartido toda su vida por más que hubiesen estado separados. La mujer con la que quería seguir viviendo el resto de su vida. La mujer que lo amaba más que a nada en el mundo. La mujer en la que se resumía su existencia. Su mujer. Su esposa aunque aquel día en la iglesia, en vez de empezar su matrimonio, empezase la pesadilla que en ese mismo momento acababa.

Acababa como acaban siempre los cuentos, con un beso tierno, cargado de amor y de felicidad. Un beso largo del que él no se quiso despertar y, queriendo no olvidar el sabor de sus labios, mantuvo cerrados los ojos aún cuando ella hubo de separarse.  

-Mi amor- escuchó como Francisca le decía mientras acariciaba con sus manos su rostro. -Me parece mentira- la miró para ver como pretendía acomodarse a su lado. -Ni te imaginas cuánto recé para que llegara este momento- acabó por sentir su abrazo.
  

Y abrazada por las nubes me siento yo ahora. Ni te imaginas cuánto recé para que llegara este momento, podríamos decir nosotras también. Se me llenan los ojos de lágrimas y el pecho de alegría ante esta escena. Escena que no… No es un relato sobre cómo hubiera deseado que fuese el despertar del Ulloa, es exactamente lo que ha ocurrido en el despertar del Ulloa. 
Lo que ha ocurrido y lo que, no solo nos llena de alegría, sino también de ternura y amor. 

Pero… sigamos con la escena, dejando a un lado plumas e imaginaciones pues esto es mucho más bonito de lo que jamás hubiéramos llegado a pensar. Es real. Tan real que podemos sentir como ella lo acaricia y él se deja acariciar. 


Decidme que no son bonitos, que no hay amor en hasta el más mínimo gesto que se dedican, que no se quieren más que a nada en el mundo. Decidme que no se os para por segundos el corazón al verlos, que no tenéis una sonrisa boba en la cara. Decídmelo y estaréis mintiendo, porque ser raipaquista esto. Y esto es precisamente lo que nos hace ser raipaquistas.

“-Te he visto atenderme con tanta solicitud y con tanta ternura… Que me has hecho recordar lo mucho que te quiero. Y lo mucho que me quieres”.  

Nosotras lo sabíamos y él también; tan solo necesitó escucharla para que a su mente volvieran los recuerdos con la misma magnitud de sus sentimientos. 

“¿Acaso lo ignorabas, bribón?”. 

Él no, pero el resto del mundo, todos esos que ahora no están en esa habitación, sí. Lo ignoraban, lo ignoraban hasta el punto de atreverse a hablar de él como solo hablan los ignorantes. Lo criticaban, lo tachaban de ser un amor vano, falso y vengativo. De ser todo lo contrario, de poseer todo de cuanto realmente carece, porque la mentira ya no entra ahora entre ellos. Porque están tan pegados que ni en aire osa a separarles. Porque se quieren. Porque se quieren de verdad, con el conocimiento pleno de lo que son y no de lo que eran. 


Con ese amor en cada poro de nuestro ser, pasan los minutos hasta que Emilia llega. Llega corriendo. Y grita de felicidad, y se agacha, y le cuenta como Francisca le dijo que ya estaba bien. Y le pregunta que cómo está, y lo mira, y lo toca, y se ríe con él. Y le pide que diga su nombre, y lo abraza, y lo vuelve a abrazar con más fuerza. Y todo, absolutamente todo bajo la atenta mirada de Francisca, que se limita a permanecer sentada a la vera de Raimundo, sonriendo al observarlos. 

Ella que, antes, no había tardado en recordarle a él que debían avisar a su hija; ella que tantas veces criticó y fue criticada, ahora acepta y la aceptan, convirtiéndose así, después de todo, en algo similar a una familia.


Y este contento no acaba aquí, no es dicha de un día, pues la Casona despierta a la mañana siguiente con flores y una sonrisa de Francisca que alumbra toda la entrada. Una sonrisa que también nos sacan las ocurrencias disparatadas de Fe; sus gestos al escuchar como Francisca, Francisca Montenegro, pierde el hilo de una orden con solo pensar en Raimundo; su interés en reconducirla hacia lo que había de pedirle; y su forma de cumplir con lo mandado. 

Al marcharse, parece que Francisca también va a hacerlo ante nuestros ojos, pero la seguimos hasta entrar en el despacho y verle a él, periódico en mano, refunfuñando sobre lo que acababa de leer. Ella lo besa en la frente, tratando de calmarlo, antes de saber siquiera lo que lo ha puesto así. Y lo escucha, y comenta, y lo corrige en cuanto ve que se equivoca al decir que no querría seguir leyendo la prensa, porque ese, el hombre justo y defensor de lo indefendible, es el hombre del que vive enamorada y así lo quiere, tan honesto y democrático como dulce es cada vez que la mira. 


"Gracias, Francisca. Por todo". 


Mas, Raimundo, aunque todas nos lo comeríamos a besos al igual que hace Francisca... Se equivoca al darle las gracias tan solo a Francisca, porque, aparte de ella, también hay que agradecer a María y a Ramón por transmitir tanto y a cada uno de los que hicieron posible estas escenas; Y a nosotras, por estar aquí, por haber tenido esperanzas y haber permanecido firmes bajo tempestades para ver lo que ahora estamos viendo. 





martes, 25 de abril de 2017

1562



Quién me manda venir a escribir por primera vez a este sitio de reverencia raipaquista cuando estoy atravesando algo parecido a un coma diabético, pido disculpas si me pongo un tanto pesada pero es que me siento rarísima con todo lo que está pasando y lo tengo que descargar. 

Es que llevo no semanas ni meses, sino años pegada a estos dos, pegada a mirar el celular para saber si hay avances, pegada a mi tableta dibujándolos, pegada a escuchar canciones que me los recuerdan, pegada a decir palabras o frases que son de ellos, pegada a encontrarme con una frase de la Paca para tantos momentos y tantas respuestas, pegada por razón de ellos a personas bonitas en mi vida y ahora que toda esta trama me da tantas escenas, tantas miradas, tantas declaraciones, que siento que me está pasando algo divino y me estoy dando cuenta que me está pasando y no quiero que se pase. Es como ser feliz y darte cuenta mientras lo sos.

Porque los soñé cuidándose en la enfermedad como ahora, y es cierto que la soñé más a ella que a él de enfermera. Y la soñé haciéndole declaraciones de amor constantes, y cambiándole la ropa y enjugando sus lágrimas. Y lo soñé a él diciendo su nombre al despertar y soñé que él sí había escuchado en su limbo personal todas esas palabras bonitas que ella le había dicho. Y también soñé otras veces que uno de los dos se arrodillaba al lado de la cama para contemplarse. Y soñé mil quinientas veces, y hasta lo hice en trazos, que ella metía su cabeza en el hueco de su cuello, se recostaba en su pecho y él la abrazaba. 

Y por supuesto que soñé que estaban los dos sentados en la cama mimándose y que se daban de comer y que se miraban así de bonito cuando se reconocían y no necesitaban decirse nada, porque una palabra no reemplaza a una mirada ni jamás reemplazará lo que habita en el alma. Y soñé que todos los veían quererse así, en forma sincera, profunda, silenciosa, entregada, sin adornos ni firuletes, y que todos esos otros lo aceptaban y los dejaban ser. 

Y entonces es como que me siento muerta, “morida”, “matada” de amor. 


Porque me mata cuando Francisca se acerca a la cama y se arrodilla junto a él en un movimiento shakesperiano y mete su cabeza en el hueco del cuello de Raimundo y se desploma sobre su pecho y él, él la abrazaaaaaa. Y creo que ahí en ese momento me quiero congelar como Walt Disney hasta que inventen la vida eterna. Es más, sería mi posición favorita para jugar a la mancha congelada. 


Y porque Raimundo no le dice cualquier cosa cuando por fin le habla. No. Qué le dice?  Le dice “Francisca Montenegro”. O sea, no es cualquier Francisca ni Paquita la del barrio, es la Montenegro, su karma, su amor, su vida. Y los ojos? Es que ustedes ven los ojos de Francisca? Ven cómo lo mira? 


Y porque siento que no puedo con mi vida cuando los veo así, ella metida en la cama con él, abrazándolo por detrás, con el pijama nuevo que le compró ella  y hablando de todas las cosas bonitas que la Paca le dijo cuando estaba “dormido” y que él sí escuchó!


Y porque ya la fresa del postre sería que ese saco de lana que anda estrenando en el día de regreso a su vida civil se lo haya tejido ella. Porque, ya que hablamos de soñar, a qué no sería maravilloso que la Paca hubiera estado cual Penélope tejiéndole el saco mientras lo velaba todas las noches y ahora se lo haya regalado? Y que por ejemplo venga Emilia a visitarlo loca de contenta y él la reciba todo orgulloso diciéndole “mirá el saco que me tejió Francisca”. Y entonces que la Paca se infle toda de amor y le abroche los botones y le sobe el pecho. 

Y además, no es sólo el libreto, ni el guión, ni la musiquita de las escenas, son ELLOS, ellos que lo hacen de una manera tan mágica que lo siento real. Que hacen que además de creerles, pueda seguir soñando otras tantas escenas, porque lo bonito de ser raipaquista es que aún después de 6 años sabemos que se nos seguirán llenando  los ojos de lágrimas mirando la pantalla, que nos quedaremos como bobos viendo como ellos se miran, como se cuidan, como se regañan pero sobre todo, que seguimos teniendo libertad para soñar porque este amor es incombustible y eterno y porque ellos lo hacen único. 

Todo eso que soñé está pasando y entonces no me pellizco, porque sé que es verdad, sino que me emociono tanto que lo único que quiero conseguir es que este momento  dure para siempre. 

PD: gracias Andrea, gracias Sonia.


Y pensar que así empezó este sueño...



viernes, 21 de abril de 2017

BENDITA BOMBA



Sí, habéis leído bien. ¡Bendita bomba! Y añado, gracias Garrigues. ¡Muchas gracias! Seguro que estáis pensando, pero ¿esta chica es raipaquista? Tranquilidad. Todo tiene su explicación. Y es que adoro la trama que estamos viendo desde la explosión de la bomba en la iglesia. ¿Quién me lo iba a decir hace unos meses cuando se filtraron las fotos y vídeo de la explosión?

Cuando supe lo de la bomba deseé con todas mis fuerzas que la detonación se produjera tras la boda. Pero no… sucedió antes.

Por segunda vez nos estropeaban una boda. ¿Por qué los guionistas nos odiaban tanto? ¿Por qué nos ponían la miel en los labios para después romper nuestras ilusiones? Poco después, mi enfado se esfumó cuando escuché de los labios de la gran María Bouzas que Raimundo y Francisca no podían casarse en secreto. Tenían que hacerlo por todo lo alto. Y tenía razón, aunque hubiera sido muy romántico hacerlo en la intimidad. Un bodorrio como Dios manda para que todo el mundo sea testigo de ese gran acontecimiento.

Está bien guionistas, os perdono. Es más, os agradezco infinitamente esta trama. ¡Muchas gracias! Por fin, podemos escuchar a Francisca Montenegro frases que sólo leíamos en los relatos. Sí, los capítulos son duros e incluso, en ocasiones desesperantes, pero también muy necesarios. Lo mejor de todo es que la semana que viene Raimundo volverá a ser el de siempre y regresarán los besos, las caricias y… los OFF (no me quejaré si nos dais otro ON, guiño, guiño).

Decidme que no fui la única a la que se le encogió el corazón cuando Francisca regresó a la Casona, tras el derrumbe de la iglesia, y destrozada se sentó en el sofá. Fue inevitable no llorar cuando les dijo a Gracia, Adela y Fe que mejor estaría muerta. Su voz, su mirada, sus lágrimas... lo decían todo. Mientras ella se había salvado, Raimundo seguía atrapado bajo los escombros.



Seguro que también quisisteis traspasar la pantalla y consolar a nuestra Montenegro cuando Emilia la acusó de estar detrás del atentado. Según la Ulloa, sólo ella querría ver muerto a su padre. Esto… ¿qué? ¿Hola? ¿Y Garrigues? No entiendo nada… Aunque lo mejor fueron sus argumentos de peso: Yo no conozco los motivos, pero alguno tiene que haber. Aplausos para ella por esa tremenda deducción.


Menos mal que luego la muchacha rectificó y reconoció el amor de Francisca hacia su padre. ¡Aleluya! Sólo ha necesitado 20 años, en la serie, para darse cuenta. Aplausos otra vez. Pero dejando de lado las estupideces que soltó Emilia por su boquita, me quedo con las palabras que le dijo Francisca y que demuestran lo importante que es Raimundo para ella.

Yo iba a casarme con tu padre. Esta tragedia no me causa sino un dolor muy profundo. Pero ¿por qué iba yo a querer hacerle ningún daño a Raimundo al hombre del que estoy enamorada?

De haber sabido algo jamás habría pisado esa iglesia y jamás habría permitido que tu padre lo hiciese. Hubiese preferido ser yo quien quedase dentro.

¡Toma ya!

No pudo quedar más claro. Como muy bien le dijo Francisca a Raimundo mientras éste seguía inconsciente, su vida carece de todo sentido sin él.

Raimundo, has de salir adelante. Aún nos queda mucho por vivir. Tenemos que disfrutar de la felicidad que nos ha ido huyendo desde jóvenes. Además, si tú me dejas, ¿qué pinto yo en este mundo?


Es maravilloso ver a Francisca cuidando así al amor de su vida. Entregada a Raimundo en cuerpo y alma, sin importarle lo que sucede a su alrededor. Sólo pensando en él. ¿Por qué acaso hay alguien mejor para permanecer a su lado? Absolutamente nadie. No puedo pasar por alto un detalle que me llamó mucho la atención. Poco antes de despertar, Raimundo sufrió una crisis delante de su hija, nieto y amigo y éstos lo único que supieron hacer fue llamar a Francisca. Ella tuvo que venir para hacerse cargo de la situación.  Y ¿si esto hubiera sucedido en la Posada? ¿Qué hubiera hecho Emilia? Menos mal que reconoció su error. ¿Dónde estaría su padre mejor atendido?


No te permitiré que te mueras, Raimundo. ¿Me oyes? ¡No lo consentiré!

Adoro verla preocupándose por él, velándole y declarándole su amor a pesar de los improperios que recibe como agradecimiento a sus cuidados. Y yo me pregunto ¿esto lo haría una mujer que no estuviera profundamente enamorada? Va a ser que no. Otra prueba irrefutable de sus fuertes sentimientos.


Esta ramera te quiere más que nadie en este mundo. Y sé que igualmente tú darías la vida por mi persona. Raimundo, mi único deseo es que vuelvas a ser el de siempre, para poder seguir queriéndonos como nos hemos querido hasta ahora.

También, me conmueve cómo saca fuerzas de flaqueza pese a lo duro de la situación. Que pase la noche sentada junto a su cama, que le acaricie, que le cure las heridas, que le asee. Me encanta ver a una Francisca tan expuesta así en sus sentimientos y pensamientos. Vulnerable, agotada, desesperada, decidida, tierna, dulce…

Una mujer aturdida con una gran mezcla de emociones. Por un lado, la alegría de ver a Raimundo despierto, pero por otro, la desesperación y frustración de que su gran amor no le reconozca, le pida que no le toque, que no le mire y le dedique calificativos como: viejaaaa, vieja del demonio, vieja bruja, mala pécora, maldita bruja, rabiza, carcelera…

No obstante, ahí sigue ella, a su lado. Aunque esté rota de dolor permanece junto al hombre del que se enamoró cuando peinaba trenzas pese a que ahora no se parece en nada. Además, tampoco le importa mostrarse abatida, apenada, confesarse dependiente de Raimundo e incluso demostrar su amor frente a Emilia, Alfonso, Fe y Mauricio. 


¿Cuándo vas a despertar amor mío? Todos aguardamos impacientes que vuelvas a tu ser. No aguanto más tiempo sin él, Emilia. Tu padre y yo, aunque ni tú ni nadie nos crea, somos almas gemelas. Sé que el contacto de mi piel y escuchar mi voz le ayudará a encontrar el camino de regreso. En seguida estaré de regreso, amor mío. Te dejo en buenas manos.




Amo a ese hombre, Mauricio.

Me parece magnífico que hayan decidido mostrarnos esta faceta de Francisca que sabíamos que existía. Una mujer enamorada, entregada, paciente y dedicada. Que no teme en demostrar sus sentimientos frente a nadie. Ainsss ¡esto me hace tan feliz!

Por cierto, María Bouzas está sencillamente espectacular. Imposible no conmoverse ante cada gesto, cada mirada y cada palabra. Y qué decir de Ramón Ibarra. Está sublime, tremendo. ¡Qué gran interpretación! Pone los pelos de punta. Esa forma de cambiar la voz, la expresión en su rostro e incluso su mirada. Ya no hay amor en ella, sino odio. De verdad, se me acaban los calificativos para definir a estos maestros de la interpretación. Aplausos por mostrarnos tan maravillosamente bien a un Raimundo perdido, paranoico y asustado y una Francisca agotada, vulnerable y cada vez más hundida. Chapeau!

Os lo confieso. No puedo evitarlo.

Me encanta ser raipaquista. Me encanta todo lo que me hacen sentir los personajes de Raimundo y Francisca. Me encanta llorar de emoción. Me encanta ser testigo de las más tiernas escenas. Me encanta ver un amor así. Tan intenso, tan apasionado, tan incombustible, tan único, tan verdadero. Y para qué negarlo… me encanta el tremendo ZASCA que se han llevado aquellos que dudaban de su amor. Dulce recompensa a l@s raipaquist@s que llevamos argumentando y defendiendo su historia durante 6 años. Sin duda alguna, ha merecido la pena tanta lucha.


Yo jamás te haría ningún daño. Aunque… has de saber que todo esto te ha ocurrido por mi culpa. Ese canalla de Cristóbal Garrigues sabía que atacándote a ti es como más dolor puede causarme y envió a Carmelo Leal a poner aquella bomba. Tus heridas van sanando poco a poco. Ahora sólo queda que te despiertes y que volvamos a retomar nuestros planes. Esta vez, elegiremos Puente Viejo para casarnos, sí.


Amor mío, ni por lo más remoto me las componía de este modo. Tú postrado en el lecho y yo… velándote. Ahora que estamos solos, te seré franca. Me puede el miedo, Raimundo. Temo el momento en el que te despiertes para arrojarme insultos y desplantes. Me faltan las fuerzas para afrontarlo. Sin embargo, mi amor no ha flaqueado un ápice. Y quisiera demostrártelo entregándome a tu cuidado aunque… aunque ignoro cómo hacerlo sin despertar tu ira. ¿Dónde está aquel hombre cariñoso, inteligente, detallista y justo del que un día me enamoré siendo aún niña, Raimundo? ¿Dónde está? Me siento tan sola. Te necesito tanto. ¿Qué puedo hacer para recuperarte, mi amor? Dímelo, te lo ruego.

¿A que vosotr@s también habéis muerto de amor con estas últimas palabras que le dedica a Raimundo? Impensable no hacerlo. Tan entregada, tan sincera, tan dispuesta a sacrificarse con tal de vivir junto a nuestro Ulloa favorito. Ainsssssss

Por otro lado, quisiera haceros partícipes de una reflexión que seguro much@s compartís conmigo. Llevamos viendo a Raimundo y Francisca durante más de 1500 capítulos reconciliándose y separándose continuamente. ¿No ha llegado el momento de acabar con esto definitivamente? ¿Por qué no estar juntos y luchar frente a las adversidades? ¿Por qué no superar obstáculos juntos? No pido que todo sea de color rosa. Obviamente, eso es muy aburrido. Pero pueden discutir, discrepar en el modo de actuar… incluso que alguna que otra noche Raimundo duerma en el sofá. ¿Pero no ha llegado el momento de darles estabilidad? Llevan más de 50 años así. ¿No es hora de dejar de ver al Ulloa de aquí para allá con la dichosa maleta a cuestas? (Confesión: me encantaría quemarle esa maleta. La odio). Los personajes lo merecen y nosotras también. Hacedlo por nuestra salud mental jajaja. Pensadlo guionistas. Juntos pueden darnos escenas y tramas maravillosas. 

En cuanto al tema de la boda. Espero que a la tercera vaya la vencida y por fin se conviertan en marido y mujer. Pero no me corre prisa. Cuando tenga que ser, será. Estoy segura de que se celebrará por todo lo alto y que nos encantará a l@s raipaquist@s. #Hoymesientopositivaypaciente. Mientras tanto, me conformaré con oírle llamar esposo a Francisca. Pues así lo siente desde que era una niña, aunque ni la ley ni la iglesia lo corroboren. Porque ¿qué han hecho sino durante toda su vida? Acompañarse en lo bueno y en lo malo.

Qué bonito es conectar así con alguien durante toda una vida, qué gratificante sentir que estás junto a tu alma gemela. Qué afortunados son Raimundo y Francisca y nosotr@s por poder verlo y sentirlo. 


PD: quisiera aprovechar para darle las gracias a María Bouzas por ser tan simpática, cercana, amable y cariñosa con la Cumbre Raipaquista el 7 de marzo. Fue un momento mágico. Mil gracias por hacernos sentir tan bien.

PD2: si queréis saber de qué hablo, leed la entrada de este blog del día 21 de marzo (publicidad subliminal… bueno no jajajaja).



C'est fini