Bueno, bueno, bueno, bueno… Bueno, bueno, bueno… Bueno,
bueno. Bueno.
Realmente no sé ni cómo empezar, que muy rápida dije yo de
escribir hoy el artículo después de haberme pasado meses sin hacerlo. Pensaréis
que lo mismo es que se me ha subido la euforia Raipaquista a la cabeza, que
también, pero realmente este de los pocos ratos que puedo sacar en meses, y
tenía que aprovecharlo ahora que andamos en pleno subidón. Y subidón de los
gordos, gordos, que yo aún no me recupero de tanto sobresalto.
Primero el beso, el VE, después esos maravillosos instantes
en los que con mis propias carnes pude tocar y besar a María y a Ramón, que si
ya me tenían enamorada, ahora lo estoy aún más. Y para completar la racha esa
impresionante escena de la plaza y todos esos avances que nos van alertando
para que vayamos raudas a comprar toneladas de bombonas de oxígeno para lo que
se nos avecina.
Pero bueno, voy a centrarme todo lo que pueda que hay un
capítulo que comentar.
El 1003 nada menos.
Y empezamos fuerte, muy fuerte, tanto como las señoras
cachetadas que le ha dado Francisca al pequeño Beltrán para que eche a llorar y
viva. Aunque no tanto como después han sido sus quejidos, que han terminado por
acallarse en brazos de la que es su bisabuela. ¡Bisabuela! Al fin veremos a
Francisca disfrutar de un rorro Montenegro.
A todo esto, Amalia, que acaba de ser madre sin más dolor
que la idea de criar a un hijo que no ha salido de su vientre, exclama un “¡vive!”
que tanto a Francisca como a ella les sabe a gloria. Y es de sin duda hijo de
Bosco (por si alguna lo dudaba), ya que de nuevo nos persiguen los lunares…
Pero esa sonrisa en Francisca dura poco ya que, por si no
tuviera suficiente con abroncar a Amalia por casi haber dejado morir al
pequeño, pronto se da cuenta de que el corazón de Inés sigue latiendo.
“Aún tiene pulso”.
Ante esto resurge la Pacakiller, que no somos capaces de
desprendernos de ella ni siquiera tras el beso, cachis la mar… Así que Francisca
le dice a Amalia que mate e Inés y que si no es capaz lo tendrá que hacer ella,
pero Amalia se niega y le da más importancia a la coartada que tendrá que
utilizar para regresar a la Casona con el niño que a la suerte que pueda correr
Inés.
Fin de la escena. Aunque no podía dejarlo así sin poner esta
imagen tan sumamente preciosa del pequeñín, que es una ricura.
De la cabaña nos vamos a la Casa de Comidas en la que nos
encontramos a Emilia. Llega Alfonso y hablan de Mariana, que está empeñada en
darle un hijo a Nicolás. Y, pa’ variar, Emilia al zanjar el tema de la
Castañeda, menta a Raimundo, que tras hablar con ella se marchó a “regar las
tierras”, aunque ya nos gustaría que en ver de andar de meditaciones por el
monte, hubiese ido a retomar lo que hace unos meses parece que dejaron a
medias. Emilia dice que no se va a quedar quieta, que ya lo pillará. ¡Ay,
Emilia… Cuando termines tú pásanoslo un rato que más de una y de dos tenemos
una cosilla que decirle al mentecato del Ulloa! A ver si corre a la Casona
despavorido después de esas palabritas jajaja
Mirañares, que van a tener que zampar una cantidad curiosa
de galletas por tal de no tener líos con Severo.
Candela y Rosario, rezando porque Aurora haya aprobado el
examen. La niña llega y por lo visto parece que sí, pero espérate Aurorita, que
todas aquí sabemos lo que es hacer un examen, creerte que lo has contestado
todo de 10 y al final que resulte que el 10 se lo ha ganado tu imaginación pero
no tus conocimientos, así que espérate… Espérate.
Otra vez momento Mirañar, pero esta vez con Dolores solo,
haciendo respetar ese absurdísimo bando de los buenos modales que han
publicado. Yo no sé en qué cabeza les cabe, ahora tampoco se puede detenerse en
la plaza para conversar. Increíble.
Amalia e Inés, la primera le dice a la segunda que su niña
ha muerto, la primera es candidata para los premios pre-Goya de 1922, la
segunda simplemente se gana el premio a la ingenua del año… Y cuando a la
segunda se le van las fuerzas, la primera decide irse definitivamente, y ahí
que se queda la segunda medio muerta, toda desangrada.
Y momento, momentillo o momentazo. Emilia estaba esperando a
Raimundo, él llega y le dice que no era su intención esquivarla, que no
desapareció, pero ella lo conoce bien y sabe que se fue a pensar, le dice que
teme que se entregue de nuevo a la melancolía (casi me dio un vuelco el corazón
pensando que iba a decir “a la Doña”, pero no).
Raimundo le pide un abrazo y le dice que pese a que SUS
SUEÑOS Y LOS RECUERDOS DE JUVENTUD JUNTO A FRANCISCA no dejan de afectarle, el
paseo que ha dado por la orilla del río le ha hecho darse cuenta de que ya ha
penado todo lo que tenía que penar, y ha regresado “firmemente convencido” a
estar bien. Cueste lo que cueste.
A ver, a ver, Ulloa, porque yo no me aclaro. Tú no has
estado paseando, ¿verdad? Tú has metido la cabeza en el río, te has llevado un
tiempecito debajo del agua sin respirar y se te han ahogao más de una neurona, ¿no?
Osea, que no te basta con dejarme a la Paca plantada, con haberte llevado meses
esquivándola, que ahora, encima, después de haberla visto y haber escuchado
todos esos reproches que te lanzó por ¡COBARDE! tú vas y dices que pasas, que
vas a intentar ser feliz.
JÁ. JÁ. Y MIL VECES JÁ.
Tú estás mintiendo y lo sabes. Porque otra no me entra en la
mollera.
Pero sigo antes de cabrearme demasiado con el Ulloa, que aún
hay tiempo de hacerlo en este grato capítulo.
Y sigo con la Paca, que el pobre Bosco anda todo
descalentado por su mujer (y más que por ella seguramente por el bebé que “lleva
dentro” y que ya está fuera). Francisca le dice que no la ha visto, y ya se
monta todo el pitoste de la búsqueda. No hay más así que tampoco veo necesario
teclear más de la cuenta.
Mariana, Aurora y Emilia, que el examen ha ido bien. ¿No me
digas? Pero poco tardan en cambiar de tema, hablan del amor, y aquí voy a
señalar una frase que me ha molado bastante, porque aunque no lo quieran, esa
frase es Raipaquista sí o sí.
“Las mejores parejas
que puedan encontrarse no suelen serlo por haber tenido un camino fácil.
Siempre hay escollos, dificultades, dudas… Pero si el amor es de verdad,
prevalece por encima de todo. Siempre”.
Ahí acaba para mí la escena, y sigo, y sigue la búsqueda. Y sigo
y sigue Dolores con las ordenanzas. Y sigo, y me encuentro con Severito y
Carmelo (bla, bla, ama de llaves, bla, bla). Y sigo, y siguen los Mirañar comiendo
galletas. Y sigo y siguen Aurora y Lucas pelando la pava. Y sigo y sigue
Conrado celoso por Lucas. Y sigo y… ¡OHHH DIOS MIOOO! ¡¡OHH DIOS MIO!!
Esperad, esperad, que se me dispara el corazón. A ver… Rai
en la fuente. Captura.
Y, ¿qué está haciendo el señor Ulloa allí, con la mirada
perdida en sabe quién dónde? Pues esto, señoras y señores… ¡ESTOO!
RECORDARLA, a ella, a ese beso, y a como la dejó plantada.
Pero vamos por partes.
Manos por aquí, brazos por allá, cabeza para un lado, para
otro, labios que se mueven por el ansia atroz de absorberse, y entre todos esos
movimientos sus respiraciones descompasadas, al igual que de seguro lo estaría
su pulso, dejan escapar tres gemidos que no son sino la prueba ferviente de que
si Raimundo no se llega a apartar, acaban en la alcoba de Francisca o,
mismamente, encima del escritorio como dos animales en celo.
Pero Raimundo se aparta, sí, queridas Raipaquistas mías (y
Raipaquis-toos, jajaja). Se aparta con toda la pena de nuestro corazón, del de
la Paca, y del suyo propio.
“¿Qué te ocurre?”
“Esto es un error, Francisca”
“Lo es. Pero ha sucedido. Decidiste abandonarte a la locura… Gocemos de
ella”.
“Si por mi fuera te seguiría hasta el infierno con tal de gozar de tu
abrazo.
Pero... maldita memoria"
Y cabe aquí un breve inciso, pero es que si no lo digo reviento. He adorado el beso, he muerto y resucitado a cada vez que le he dado a reproducir, me he infartado con esos gemidos, pero si no estaba ya lo suficientemente enamorada de ellos hasta ahora, en ese momento, plasmado en las dos últimas capturas que he puesto, casi que he sentido como los empezaba a querer de nuevo, un nivel más allá de lo que ya estaban (que es mucho), porque casi lloro de todo el sentimiento que me ha invadido al verles, tan enamorados pese a todo; ella tan entregada y él tan pesaroso por pensar que si no se separaba de ella todo volvería a oscurecerse.
Lo demás, tras separarse, casi viene solo.
"Olvida que he estado aquí. Olvídate de mi, Francisca"
"¿Olvidarme de ti? Ni aunque mil años viva".
De vuelta a la realidad, en la que Raimundo no escuchó esas tristes y dulces palabras que nosotras sí hemos podido oír, el Ulloa se topa con Carmelo al que dice que estaba... abstraído. Hablan, cómo no, de Severo, de él y de Francisca, de la que Carmelo le dice que será su perdición.
(No lo sabes tú bien, Carmelito... Pero será más perdición carnal que otra cosa).
Y para finalizar, dejando atrás la tristeza, las dudas, los miedos, los recuerdos y la soledad... el pequeño Beltrán llega al fin a casa en brazos de Amalia y Bosco, su padre, lo recibe casi tembloroso, al igual que lo hace Francisca, realmente feliz por ver a su nieto con su hijo en brazos.
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Del avance sólo comentar: Ay, Ulloa, Ulloa... que si ya te falta el aire tras las palabras de Carmelo, poco te va a durar esa promesa que has hecho de olvidarte de ella.
C'est fini! Un placer volver a escribir para comentar un capítulo, a ver si soy capaz de sacar más ratitos como este.
La escena raipaquista del capítulo 1000 me encantó, pero la del capítulo de hoy (bueno de ayer) me ha maravillado aunque Raimundo haya salido por patas ¬¬ las dos últimas capturas no pueden expresar más el amor que sienten, pero es que es imposible no ser raipaquista. Los adoro! Aún estoy como en una nube, no me creo tantas escenas raipaquistas y tan buenas :O y eso que es solo el principio.
ResponderEliminar¿Pudiste ir al videoencuentro? qué envidia!!! y de la mala jajaja espero que hagas también una crítica del videoencuentro, si había muchas raipaquistas si Ramón y María te contaron algo. Cotilla que es una jajaja
Un saludo.
Nada no nos van a deshacer de la maldad de Francisca ni con agua caliente. Pero que mona está con el bebé en brazos.
ResponderEliminarEn esta historia, la única que tiene la culpa es la loca de Amalia, si esto lo lleva Francisca, no hubiera pasado, Inés ya estaría criando malvas.
Y de Raimundo, qué voy a decir de él, que le pegaba un guantazo que se iba a espabilar él y la pesada de su hija. Pero por lo menos tenemos el conocimiento de que no puede olvidarla y tarde o temprano, se niegue la cansina, o no, volverán a estar juntos.