Selecciona tu idioma

.

domingo, 12 de julio de 2015

1112

Comenzamos el capítulo 1112 con un nuevo registro de Inés. Sí, ahora también llora en el consultorio. Es increíble como todos estos espacios no son un impedimento para que ella suelte la lágrima cada tres segundos. Y en esta ocasión lo hace porque tiene una enfermedad mortal y morirá en unos meses porque, claro, ya lo vaticinó Francisca: "enana enfermiza". Y ahora saltarán con que, por medio de sus Rayos X, ella provocó que enfermara mortalmente. Conclusión... Inés se muere y en unos meses la perderemos de vista para siempre. La respeto, la admiro y la quiero tanto que la voy a echar mucho de menos. De verdad. 



Y después de esto decir que viene Bosco, Inés gesticula como si estuviera haciendo ejercicios de mandíbula y lo dejan todo en una anemia para no preocupar al chico. Ea, ¡ahí os quedáis! 

Pasamos la cabecera (que no sé que esperan para quitar a Aurora) y los hermanos Santacruz aparecen en escena, ¡yupi! Sol se queja de la fiesta que le organizó el hermano mientras él le habla de pasodobles (que se le dan tan bien como las falsedades y las galletas, al parecer). Pasamos un poco de largo los detalles de la escena y damos entrada al bueno de Mauricio que, en la Posada, es informado por el alcalde y Alfonso de lo que ocurrió en la reunión de la Junta de Regantes. Mauricio pone voz a lo que todas pensamos: ¿por qué leñes no se hace un aplazamiento si todos estaban de acuerdo? Pero es que resulta que hay que consultar al don Galleta y todo por una simple razón: BOSCO. El inepto y palurdo del nieto perdido podría considerarse culpable del cariz que puede tomar todo esto. ¿Y por qué? Porque al chico, al cual le importa tanto su abuelo y al que quiere y admira profundamente, le parece adecuado ceder su voto para las obras al enemigo de su abuela, que quiere hacer dichas obras por repatearla pero claro, Bosco es corto de entendederas y a tanto no llega. Conclusión: mucha palabrería sobre su abuelo pero poco actúa. Mejor está haciéndose el tonto en el Jaral que votando por sí mismo (algo que podría aliviar, ya no a su abuela, si no a su abuelo). 


Seguimos con el Jaral (el cual voy a pasar por alto). Ver a Prado acunando a Beltrán ante Candela y Rosario con la única intención de que lleguen Bosco "vuélvete al bosque a ver si te avivas" e Inés "llorando espero" como que no me atrae lo más mínimo. Ni ellos, ni don Galleta y su Mini-Yo donde, por cierto, el primero se reitera en que su venganza está a punto de cumplirse. ¿Acaso piensa que ya ha derrotado a Francisca Montenegro? ¿Tan convencido está de que no va a salir en algún momento de la situación en la que está? ¿O es que tiene algo más preparado? Pa' chasco y le quiera quitar la casa que, en el fondo, no estaría mal. Lo mismo así el nieto se da cuenta de la clase de persona a la que estrecha la mano. Una persona que sería capaz de dejar en la indigencia al bueno de su abuelo por pura venganza hacia otra persona. Ah, y por cierto Severito, se juega al billar golpeando la bola blanca, ahí lo dejo. 

Vuelta al Jaral para que Inés diga que tiene, supuestamente, anemia porque la chiquilla se cree que va a ser capaz de aguantar con las mentiras un par de semanas más (porque es fuerte y yo me parto). Siguen tras esta tontuna de escena, Mariana y Nicolás, a los que sinceramente voy a pasar de largo porque no entiendo ni de lo que hablan. ¿Qué función desempeñan ahora mismo en la serie? Porque salvo los trabajos fotográficos del uno y la irreal preñez de la otra (que parece que ya está de ocho meses), no veo yo nada más que no sea rellenar minutos para llegar a la cifra habitual de lo dura un capítulo. 

Y después de dos párrafos cargantes... ¡dos tórtolos encantadores en escena! Aunque bueno, lo de encantadores podemos dejarlo para otro momento, que este Santacruz nos ha tirado por tierra mucho cuquismo con tanto desasosiego. Y aún así ya está el Ulloa para que no se pierda del otro, ofreciéndole su currusquito de pan a su chica para que desayune un poquito mejor.. ¡Me lo como!


¡Pero claro! Llega Francisca con su habitual buen humor y no aprecia el gesto (pues más pendiente anda de lo denigrante que es desayunar así). Incluso, con su poco tacto, habla de que seguro que Raimundo desayunaba mejor cuando "no tenía donde caerse muerto". Raimundo, bendita paciencia la tuya. 



Ella se muestra crispada por la situación y, para mejorar el asunto, saca a relucir lo ocurrido en la Junta de Regantes (que ni Raimundo es capaz de aplacar su malestar por como se desarrollaron los acontecimientos con el Mini-Yo y la panda de pazguatos que asintió a cada una de sus palabras). La pobre se queda con eso pero yo me quedo con su entrada señorial (con ese traje maravilloso) y su chico a su espalda, con una cara que rebosaba orgullo a cada buena frase que soltaba (aunque algunos vayan por ahí tergiversando la verdad de su expresión). El tema es que Francisca insiste en su mala leche por lo ocurrido y Raimundo trata de convencerla de que hablar con don Galleta es lo mejor que puede hacer para buscar una solución al asunto de las obras, incluso metiéndole medio con la posibilidad de que, por impago, el juez le quite la casa para cubrir los gastos que le corresponden como propietaria (porque el tonto de Bosco anda haciendo de Patricio Estrella por algún rincón del Jaral y no se entera de nada). 



Llega Mauricio (después de que ella se quede con ese miedo en el cuerpo). Mauricio avisa de que sabe lo que pasó en la Junta de Regantes y Francisca quiere saber quién se lo dijo. Raimundo, que la conoce demasiado y se ve venir el percal, aparta de la conversación el asunto para evitar que su chica se caliente más de lo debido. Y el Ulloa sigue insistiendo en lo de reunirse con Severo, añadiendo que confía en ella y en que se comportará con mesura (¡achuchable este hombre!). Y parece que sus palabras la convencen pues escribe una nota para que Mauricio se la entregue... ¡Habrá reunión con don Galleta!



Y terminamos la escena con Raimundo queriendo acompañar a su amada a la reunión y con ella negándose pues prefiere ir sola (aunque no veo yo muy convencido al Ulloa), además de con una clara conclusión... Raimundo Ulloa, ¡te como la cara! ¡No se puede ser tan oso de peluche! (Y eso que ella no estaba muy por la labor, todo sea dicho). 


Después de esta escena donde, por cierto, no se tocan, no sea que se vayan a hacer daño (que vale que hay tensión por la situación que viven pero un arrumaco nunca viene mal)... Nos vamos al Jaral, o más bien al cuarto de costura (que, por sacar, ya podrían haber sacado el cuarto de Francisca para ver esas siestas). Inés vuelve a llorar (me agota, me agota, me agota) ante Lucas porque no quiere que los suyos sufran y prefiere seguir ocultando su enfermedad. Ea, pues muy bien por ti, maja. De ahí nos vamos a Prado y Sixto (otro escenario que no viene a fuste, ¡mejor la habitación de la Paca! ¡Ea!). Paso rotundamente de estos dos pero hay que reconocer que Prado está siendo un poquito (solo un poquito) más lista que Emilia que a la primera de cambio se encamó con Severiano y así acabó la cosa. 

Seguimos con escenas un tanto cargantes y esta vez la de Bosco (cada día me cae pero) con los de la Quinta (en el mismo lugar). Y nada, una escena absurda, solamente para que les comunique que Inés tiene anemia y que vayan a los establos (que es que les va a dejar unos mulos). Y mientras se entretiene con mulos, cede su voto malamente... Si es que es tonto el pobre y me reitero en lo anterior. 


Con esta sensación de no aguantar al nieto (que en un principio me pareció, falsamente, que se libraría de la fatalidad del Jaral y de esos lunares que lleva), paso rápidamente una escena de Gracia en la Posada. La pobre pasa estrecheces porque se empeña en quedarse en el pueblo por Hipólito. Rediez, eso sí que es amor, y más con la suegra que le esperaría. De ahí nos vamos a la Quinta, con Mauricio entregando a Severo la nota de Francisca y Carmelo hablándole, cuando el capataz se va, de si seguirá adelante con su plan (lo que viene a ser "te doy plantón para que te arrastres"). De verdad, ganas tengo de que su hermana querida lo colme de disgustos al galletero este de tres al cuarto. 

Apuff... Capítulo cuesta arriba y con ardores (y no por pasiones raipaquistas). El páter se interesa por saber cómo van los amoríos de Matías. Tiene tiempo para tomarse un cafelito y parlamentar con el chico sobre sus cuitas (mundanas sin lugar a dudas) pero para arrimarse a la Casona por caridad cristiana a Francisca o profunda amistad a Raimundo, ni un hueco le sobra, oye. ¡Falso páter! ¡Arderás en el infierno! Tomo aire para encarar otra escena más en la Quinta, esta vez de los hermanos con Lucas. Poco que comentar. Sol se siente cómoda con él, Sol parece enfadarse con su hermano por invitar a Lucas a una reunión con un matrimonio, Lucas se va... Fin. Y fin, más pronto incluso, doy a la escena de Dolores, Hipólito y Gracia (que desde la plaza mira al Colmado intentando llamar sin éxito la atención del Mirañar). Y fin también a Candela y Lucas en el dispensario, donde Candela quiere saber qué le pasa realmente a su sobrina. 

¡Y vuelve algo de interés! Después de unas soporíferas escenas encontramos a Francisca, de nuevo guapísima con ese modelito de su propia mano, esperando en la plaza la llegada de Severo. Y, cuidado, preocupación, Emilia se acerca... Y parece que lo hace de buenas. La Gestapo viene con un simple interrogatorio. Quiere saber de su padre y de ahí el motivo de su presencia. Francisca le asegura que están de guinda (a siesta diaria van, seguro) y Emilia pregunta que si comen caliente (te has pasado maja, que todavía no es ni tu madrastra oficialmente). 




Emilia le ofrece "platos calientes" en el caso de que no estén alimentándose bien (lo dicho, te has pasado). Ahora, digo yo, tienes un padre al que quieres. ¿Por qué no hablas con él en vez de poner cara de escupidera y hacerte la dolida porque te está costando mucho rebajarte con ella? Ya basta de tanto victimismo, oye. Si tantas ganas tienes por saber por tu padre y sus hambres, pregúntale a él y déjala a ella en paz, y encima tendrá valor de irse indignada de la vida después de que, tras tantos desprecios, lo primero que le suelta a Francisca es si quiere un plato caliente. Chica, ¿y te sorprende su reacción? Como diría Mariana días atrás... ¡Anda y que te ondulen! Y la ondulan, mientras Francisca parece que atisba a alguien acercarse y, esto ya cosa del equipo técnico, sigue a la cámara como si de una persona se tratáse y, por su mirada, ni parece tan alto ni parece tan bajo. Vamos, que no veo yo en esos ojos a don Galleta o Mini-Yo. 




Aparece Emilia (que ya anda indignada por lo de Francisca) llamando a Matías para abroncarle por no barrer. Y resulta que Alfonso, al igual que el chico, está raro. Es que parece que no se ha olvidado de Severiano, el hombre que engendró a su hija, el que engañó a su amada (la cual pasó de su cara hasta que le dio la gana a ella, haciéndose de golpe la super enamorada). Claro, normal, si fue el segundo plato. Pobre Alfonso, pobre. 

Avances... Pasando por alto lo que no interesa... Raimundo y Francisca, de noche, en el salón de la Casona y podría decirse que casi a oscuras (con eso de que les han cortado la luz). Se debe pensar en siestas pero parece que la cosa podría complicarse por la peripecia de Raimundo que, buscando una solución a la situación de las obras de mejora de riego, ha comprometido el dinero destinado a los nuevos abogados (un dinero de Francisca que, ya que ella te pedía permiso para contratar con el tuyo unos nuevos abogados, por más terca que sea, podrías tú habérselo pedido para lo que tenías en mente, querido mío). 



Y terminamos este capítulo "corroborando" que es más posible que esa noche vaya a producirse antes un asesinato que un raipapolvo. Raimundo, la que has liado, pollito. Te va a tocar sofá. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario