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martes, 29 de septiembre de 2015

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A mi Pacaaaaa me la secuestraron, estando de romería
A mi Pacaaaaa me la secuestraron, anoche cuando dormía
¿Dónde estará mi Paca? ¿Dónde estará mi Paca?”

Pues sí amigas mías. Así tenemos a nuestro hombretón, buscando a su Paca (o más bien los cuartos necesarios para liberarla), cantando sus penas cual Raimundo Escobar.
Muy buenas tardes raipaquistas y raipaquis-tooos. Buenas, por decir algo, porque no me negaréis que no tener pululando por el pueblo/casona/donde le salga del moño a nuestra Paquita, hace que la serie sea menos… como diría para ser políticamente correcta… llevadera. Sí, dejémoslo ahí.

Además, quien me conozca un poquito, sabe que no soy yo muy amiga de dulces ni galletas, así que sin mi pequeña dosis de bilis Montenegro, me estoy ahogando en un mar de miel y ñoñería. Me está subiendo el azúcar y puedo empezar con las convulsiones de un momento a otro.

 
Pues una vez más tenemos a Francisca secuestrada. ¿Qué probabilidades hay de que le secuestren a uno en esta vida? Pero es que decidme… ¿Qué probabilidades hay de que lo hagan ¡dos veces!? Y ambas por causa/razón/llamadlo como queráis de la misma persona. (Sí, hoy estoy mucho con las barritas/opciones jejeje)

Parece mentira Ulloa, que después de tantos años, pensaras que tu mujercita se iba a quedar de brazos cruzados sin querer enterarse de la procedencia de las joyas que has birlado. (Te estoy imaginando a lo Robin Hood, robando a los ricos para dárselo a los pobres. Ainsssss… en fin, que me desvío). Y Francisca, que dejaría de ser ella si no metiera las narices en estas cosas, pues se encuentra en la situación que se encuentra. Secuestrada y en camisón.

Me voy a ahorrar los comentarios al respecto de este hecho. Mira no. No voy a callármelo. Si me callo no sería yo. Francisca en camisón mientras está secuestrada. Y con camisas de cuello vuelto de recién casada. Todo muy lógico. Vamos, los dos solos en la casona, recién casados… tampoco digo que me los pusierais como Adan y Eva con sus hojas de parra estratégicas. Pero un “se me baja un poco la blusa y se me ve el hombro”, un “vengo del huerto con la camisa al hombro enseñando todo mi pecho lobo”. Un “espera que me agacho y me ves el canalillo porque hoy ¡upsssss! Se me olvidó abrocharme los tres primeros botones de la blusa”.

Hecha mi reivindicación habitual en el blog (lo siento, siempre me marcho por los cerros de Úbeda y me enrollo muchísimo), voy a dar paso al capítulo que tiene miga.

Ay no. Calla.

Que no la tiene.

Raimundo, que es de lo más adorable del mundo, que sabéis que es mi más pura debilidad, que está lleno de infinidad de cualidades excepto de la del disimulo, se pone a hablar tan pichi con el notario en pleno pueblo.

A ver, cita al hombre en la casona. O a la entrada del pueblo. O en un lugar menos concurrido, cielín. Pero no en un recodo de la plaza, donde os puede ver cualquiera. Como Bosco.

 
 

El chaval, que anda con la mosca detrás de la oreja (o moscón más bien. Ya veis, con lo pánfilo que es para unas cosas y lo avispado que está ahora con el yayo), observa la escena en la que el notario entrega un sobre a Raimundo, que tuerce el gesto.

¿Creéis que Bosco dejará ahí el asunto? Pues no. Que ahora va de adalid Montenegro. Todo el día con el “MI abuela” en la boca. En fin.

(Por todos los santos, ¿le puede quedar a alguien mejor que a este hombre, un traje negro? No. No hablo de Bosco. Si no de él. ÉL)

De la plaza nos plantamos en un plis  en la Casona. (En un plis gracias a que nos movemos por la barra de tiempo de Atresmedia). Raimundo sigue dando vueltas a la dichosa carta que le ha entregado el notario un rato antes. Seguramente pensando cuál será el siguiente paso a dar, pues parece que este no va a resultar como esperaba.


En éstas anda, cuando aparece Bosco como pedro por su casa. Esa misma que juró no volver a pisar porque le daba asquete y ahora “pisa moreno, pisa con garbo” la madera noble de la no menos noble casa. 

- Muy interesante debe haber sido la lectura de esa carta para no haberme oído entrar -.

Ya empezamos con las ironías. Raimundo se sobresalta ante la llegada de su nieto, y es que el hombre, dada la situación, no tiene el cuerpo para farolillos. (El dicho no es exactamente así, pero bueno).

Rai trata de salir del paso restando importancia al papel que tiene entre las manos, pero Bosco, que parece tocado últimamente por la gracia de la inteligencia y la suspicacia (le durará poco, no os asustéis… recordad que lleva los tres lunares. A veces la chispa Montenegro brilla en él con un intenso fulgor, pero igual que viene, se va. Ya podía haber salido alguno con los arrestos de su abuela. En fin. Las pelusas y los lunares se unieron).
 

Le confiesa que pudo verle junto al notario en la plaza, haciéndole entrega de esa carta.

- ¿Ahora me espías? -.

A ver, cosita mía. Como para no hacerlo. Entre tu actitud extraña, que no sabes disimular, y que sólo te ha faltado un luminoso diciendo “ESTOY AQUÍ JUNTO AL NOTARIO, MIRADME”, pues tampoco es para que te sorprenda.

- No dudaré en hacerme con ese sobre aunque sea por la fuerza -.

Pero vamos a ver, niño. ¿Tú de qué vas? Toca un solo pelo a ese que tienes delante, y una marabunta de raipaquistas caerá sobre ti borrándote los lunares a bocados.

¿Capisci?

Raimundo, (pero porqué le da la gana y no porqué tú le “amenaces”), termina confesando que se trata de un documento que impide que se ejecute el testamento de Francisca.

Pobre Ulloa, encima de abandonado, apaleado. (Es un decir, una manera de hablar). Está visto que tendrá que buscar otra manera de rescatar a su chica, pues lo del dinero parece que no va a poder ser.

Y ese joven al que el amor por Francisca le ha renacido hasta el punto de volverle un impertinente, y al que deseo particularmente, dar una colleja en toda la cocorota, se atreve a soltar esta perlita:

- Entonces ¿es cierto? Sólo deseaba su fortuna. Nunca la amó -.

¿Tú eres tonto o te entrenas? Nooo, no me respondas. Que tengo yo misma mi propia respuesta.

- ¿Tú qué crees? -


Eso le responde nuestro chico. Vaya prole, en serio. Os salieron todos un poco tontos. Claro, el resto de historias de amor que os rodean en ese pueblo, son mucho más creíbles que la de Francisca y Raimundo. Cuando no dudáis del amor de ella, dudáis del de él. Me parto y me mondo. De ti y de todos esos pánfilos.

Ayyy…. En fin. Más tontos y no nacéis.

- Ni siquiera ha llorado su muerte -.

- Eso no puedo negarlo -.

(Pirulo...ainssss <3 )

Rai empieza a descojonarse él solito ante el consiguiente cabreo del nietísimo. Tontos. Definitivamente vuestra prole es tonta. 

 

Vamos, que al final termina confesando:

- Para reunir el dinero suficiente para rescatarla y salvarle la vida -.

¿Qué, Bosquejo? ¿Cómo se te ha quedado el cuerpo? ¿Eh? ¿Eh?


Exacto. Con cara de "¿qué me estás contandooooo?"

Y Raimundo, que ya ha abierto la compuerta, deja salir a borbotones toda la historia: el alemán, el rescate, etc, etc. Yo iría algo más despacio contando los hechos, querido Ulloa, que si no, a tu nieto le va a costar asimilar todo lo que estás soltando.


¡¡¡AVANCES!!!

Bosco no quiere rendirse y plantea cambiar de estrategia para rescatar a su yaya



- Nadie. Nadie podrá jamás con Francisca Montenegro -.

O-LEEEEEEEEEEE



Rai a pecho descubierto frente al alemán. (Ay que me daaaaaaaaa. ¡GUAPO!)



Y se acabó lo que se daba. Con esto y un bizcocho recién horneadito, ¡hasta la próxima!

1 comentario:

  1. hjajjajajajajajjaja... que buenisimoooooo por favoooooor..... ese Rai Escobar!!! me partoooooo,,,

    Somos lo mejorcito, porque no nos dan nada y sacamos nuestra mejor ironía y la mejor gracia para que esto se anime!!!!

    Gracias mil por tu artículo--- jajajajaja

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