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viernes, 18 de septiembre de 2015

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¡EL RAIPABLOGGER HA VUELTO! Y lo hace con una semana de artículos sin nuestra idolatrada Francisca Montenegro que, por ser ella tan curiosa. ha terminado perdida (y en cueros, cosa que explicaré más adelante). Así que, sin más dilación, pues lo que se avecina es interesante, doy paso al resumen del capítulo de hoy y a lo que estará por llegar en próximos días. ¡Let's go! 



Como es costumbre, hacemos saltos en el capítulo para obviar lo que no es interesante. Ver a Alfonso poniéndole los cuernos a Emilia y recibiendo una paliza de un ladrón (así es el karma) no me interesa demasiado. Esto solo conseguirá que la cara de escupidera de Emilia aumente y eso no lo soporto pero bueno, como ella bien le dijo a su padre, con su pan se lo coma. Pasamos la cabecera (y sigo sin entender por qué el lugar de Fariba no lo ocupó Ramón o, al menos, no subió unos escalones pues su personaje está bastante por encima de todos los miembros de la Posada). 

¡Jardín de la Casona! Algo trastocado aún pero con un esplendor que va recordando a lo que fue antes de que Severo tocara, una vez más, la moral. Los tres mosqueteros se adentran en el mismo tras una dura jornada tras los pasos de Francisca (que sigue desaparecida). Bosco y Raimundo se quedan solos mientras Mauricio marcha a recargar las provisiones para una nueva salida. El nieto (ahora adorado) asegura que la gente piensa que su abuela desapareció por huir de la ley y Raimundo teme que piensen que está envuelto en algún tejemaneje. Tanto Bosco como Mauricio lo tranquilizan y, entre los tres, se reparten una nueva búsqueda para encontrar a Francisca. Raimundo se vuelve achuchable (más si cabe) y agradece a ambos su ayuda (la que las falsas e hipócritas del Jaral le niegan). 




Los hombres de la Paca retoman camino y aparecen en escena los empalagosos de Sol y Lucas. Sí, el empalagamiento romántico está bien, a veces. Me cansa tanta ironía, sonrisita, bromita... Hablan de una tal Obdulia que limpiará el polvo que Lucas acumula en el dispensario (y esta mujer va a terminar siendo la madre de aquel al que Lucas "mató" en la mesa de operaciones). ¡Siguiente! Y aquí, aunque sea raro, hago un alto en el camino porque hoy Matías se lo merece. Carmelo se encuentra en la barra y el muchacho comparte sus sentimientos con él. Le crispa ver a Cipriano y sus parientes juntándose tranquilamente para jugar al dominó pero, ¿por qué? Matías explica a Carmelo que negaron auxilio a su abuelo que solo buscaba ayuda para buscar a doña Francisca. Se muestra enfadado por la poca consideración de los vecinos y dolido por no poder ayudarle él mismo.


Matías: Estaría batiendo las tierras y exclamando el nombre de la señora, y tanto que sí. [...] Servidor haría lo que fuera por don Raimundo como si me manda al desierto a buscar agua, yo iría, aunque lo viera imposible. No sé si me entiende.


Carmelo: Claro que sí, Matías.



¡Matías, que te como la cara! ¡Bomboncito! Y paso palabra porque ya el niño adorable se va y Carmelo se enreda con el liante de Arsenio. Los amantes (tiene gracia la cosa) sobreviven pero sin un chavo al robo del descarado. Alfonso se lamentaba... Tarde. Deciden dejar de verse para siempre (aunque duela, por favor). Lucas con Casimiro (casi recuperado), Emilia y compañía esperando al bala perdida de Alfonso en la Posada que llega hecho un cristo y pasa de todo el mundo, Carmelo y Severo segurísimos (son tontos los pobres) de que Francisca huyó por apartarse de sus cuitas con la ley (tal vez porque ellos lo harían y se cree el ladrón que todos son de su condición)... Esta agonía de saltos se alarga... Nicolás se encuentra, para su desgracia, con un Mirañar recién llegado (intuyo que para sustituir a Pedro) y, ¡por fin! Algo de interés (aunque no sea totalmente) pero os aseguro que esta escena merece cierta mención y se hará. 

Bosco se prepara para retomar la búsqueda de su abuela y Rosario parece decirle con la mirada que no le gusta nada (porque es una hipócrita y falsa santa de tomo y lomo, y le importa más su rabia a la Montenegro que su aprecio a Raimundo, quién siempre ha estado tendiendo su mano cuando se necesitaba). Berta abre el pico (¿y ha trabajado en alguna esta bocazas?). Llega Severo y limpian la sala de insensateces para dar hueco al insensato mayor. El galletero se empeña en hacerle ver porque ES OBVIO que Francisca está desaparecida por voluntad propia (huyendo de la ley). Es que, aquí el amigo, tiene cámaras ocultas repartidas por la Casona. Bosco se cabrea (ea, ea, ea) y saca carácter Montenegro, como debe ser.



Severo: Pídeme lo que sea y lo haré. 

Bosco: Usted sabe lo que voy a pedirle, que no importune. Suficiente tenemos Mauricio, Raimundo y yo como para tener que preocuparnos de sus cuitas con mi abuela. Hágase a un lado y déjenos hacer.




¡Ese es nuestro nieto! ¡BRAVO, BRAVO! Ahí te quedas... Galletero.

Pasamos de este sublime momento al consultorio médico. Obdulia, la limpiadora con cara de Gato con Botas y, amigos, ya sabemos lo que hacía el Gato con Botas. Ojitos adorables y ZASCA. Lo dicho... Madre viuda resentida (como aquella que casi liquida a Mariana). Lucas, la guadaña de los guionistas se cierne sobre ti... Que Dios te pille confesado. 


Desde su incredulidad (la de él y su put... digo, su Sol) de que Obdulia solo limpiará polvo pasamos a la granja donde Matías va a informar a Mariana de lo ocurrido con Alfonso. También aprovecha para hablar de Francisca y de los rumores que corren: se fue a las Américas, anda en sus pasadizos, ¿de incógnito en La Puebla vendiendo alcachofas? ¿Y esta gente puede comer con lo que trabaja? ¿Saben andar con las dos piernas? Increíble. Entran en agradecimientos, aparece Nicolás con el Mirañar extraviado (pobres, qué cruz) y poco más que añadir a esto.

Emilia (cara de acelga) y Alfonso (adúltero, heredado de su hermano Juan) "discuten" en la Posada, el hombre se va y llega Prado para consolar, la niña que sabe tanto de la vida y que es la mejor que puede aconsejar a Emilia. Bien. Carmelo y Arsenio... Un poco de granjeros... Candela y Severo, la pareja del año (jajajajajaja), hablando de Francisca porque Candela se ha vuelto una bocas. Severo sigue revisando sus cámaras de seguridad convencido de que Francisca se esconde y Candela lo deja en un fifty - fifty. Pero, galletero, ya te lo decimos nosotras... Eres mu' tonto. No te hagas nunca investigador porque tardarías en resolver un caso más de lo que tardó aquel investigador desaparecido en encontrar a tu hermana querida (que ni tiempo le dio). 


Y retomamos, aunque sea a final de capítulo, lo interesante. Raimundo regresa a la Casona después de la última batida en busca de Francisca. El pobre recuerda las palabras de su esposa que tan hondo se le clavaron días atrás, aquellas donde Francisca se quería lanzar sin remedio a la muerte, cansada de tanta lucha desde que Severo puso sus fríos y malignos ojos sobre ella. 




Sus pensamientos dan paso a la llegada de Bosco que trae de todo menos buena cara. Raimundo le informa de que su partida invidual no surtió efecto alguno y que si, por su parte, han encontrado alguna pista que merezca la pena seguir. 

Bosco: He de pedirle que se siente, abuelo.


Raimundo: ¿A qué dices eso? Anda, habla, ¿por qué no ha venido Mauricio contigo? 


Bosco informa a su abuelo de que Maurico viene. Al chico le cuesta arrancarse a hablar y la impaciencia empieza a apoderarse de Raimundo. Justo en ese momento, Mauricio aparece y lo hace con algo entre sus manos. Raimundo pregunta... 

Mauricio: Son las ropas de doña Francisca. Las hemos encontrado junto al arroyo, al otro lado del cauce.



Bosco: Hechas jirones y llenas de sangre. Y no es lo único que hemos hallado. También hemos encontrado esto. 



Raimundo: El camafeo. El camafeo que le regalé. Me prometió que no se lo quitaría mientras viviera. ¿Qué significa esto? ¿Qué tratáis de decirme?




Mauricio: Que doña Francisca ha muerto. Ha muerto.





Ay... Ya, con el poco razonamiento que queda tras tanta música y plano abrasador, os ilustro con el avance de la próxima semana. 

Mauricio: Viene un puñado de paisanos.


Raimundo: ¿A presentar sus respetos?


Mauricio: Me temo que no. Traen la intención de reventar la ceremonia. 


Don Anselmo: Tu dolor es inmenso puedo entenderlo pero has de poner de tu parte para superarlo. Si te encierras en ti mismo será peor.


Raimundo: ¿Y si no quiero superarlo?




Bosco: ¿Usted cree capaz a mi abuela de fingir su propia muerte a pesar del dolor que eso le causaría a los suyos, al pobre Raimundo? ¿Ni después de muerta la va a dejar en paz? 


Severo: De eso se trata. De que creo que no está muerta.


Bosco: Encontramos sus restos, por el amor de Dios. 


Raimundo: Alemán...



Feliciano Ascanio de todos los Santos: Por fin nos encontramos, Ulloa. 



No voy a llorar... Palabra... Hasta la próxima. 



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