La llegada de nuevos aires a Puente Viejo auguraba un
pequeño rayo de sol entre tanta tormenta invernal. Y es que la primavera se
abría paso con el regreso de Jacinta y de Fernando Mesía. Lástima que todo haya
quedado en un espejismo, al menos de momento. Puede que quizá peque de
impaciente, pero a estas alturas, el sopor que se adueña de mí cada tarde que
enciendo el televisor y veo tanta desgracia y gimoteo cuando una ya arrastra lo
suyo (y al igual que yo, cualquier mortal que solo pretende desconectar durante
un rato de su día a día…) ya raya la desesperación televisiva. Pero en fin,
vayamos paso por paso.
Si ayer terminaba el capítulo con Martincito y el susto
metido en el cuerpo (Ejem ejem, a veces más parece que este chico tenga
horchata en vez de sangre, y es que siempre tarda un mundo en reaccionar),
comenzamos hoy con el regreso de la desaparecida. ¿Cómo no entender la
desesperación de una madre que acaba de descubrir que su pequeñina ha muerto?
Sentimiento completamente humano no aceptar la pérdida de alguien que forma
parte de una misma. Todos necesitamos un proceso. El caso es que la muchacha le
hace saber que ha estado a punto de cometer una locura incapaz de aceptar que
su hija ya no está junto a ella, con la consiguiente preocupación de él.
Normal.
Pasamos de escena. Preocupante me resulta el hecho de que
Francisca aparezca cada vez con más frecuencia con una copa en la mano. Pero
aún me preocupa más, o quizá debería decir que “me aterra”, que la alternativa
que tenga la pobre mujer si no es el copazo, sean sus queridísimos primos. Que
Paca no es mi Paca desde hace tiempo es evidente, porque además ella solita se
está metiendo en la boca del lobo. ¿O puede que el lobo esté en su casa? Me
quedo con esta segunda opción. Fulgencio está resultando más inquietante de lo
que podíamos pensar en un principio. ¿Qué demonios oculta? Ni Francisca, con
todo lo que ella ha sido, consigue que el menda suelte prenda (toma pareado!!) Y lo que es peor: tampoco se deja
cuidar por nuestro I LOVE MAURICIO. ¡Menos mal que el capataz está al quite!
Ay Paquita… con lo que tú has sido :’(
Y venga, rebotando de alegría en alegría y tiro porque me
toca, llegamos a la posada. A Emilia y a Alfonso no les salen las cuentas…
¡Como a casi todos los españoles! Ni con todo el dinerillo que mi Raimundo les
entregó tienen para acometer esa reforma y alicatado a la buhardilla. Tocará
esperar a tiempos mejores. Aunque, ¿tiempos mejores? ¿en Puente Viejo? ¡Me
parto y me mondo! En fin, que llega el pupas, la otra mitad del Philadelphia,
que anda con la mosca tras la oreja con su enfermedad. Lo dicho, todo alegrías.
Por cierto, mucho “trae la mantequilla, que ahora te pago”, pero a Anibal le
han hecho un simpa en toda regla.
Y con el dolor intenso de mandíbula que me produce la felicidad
que en ese pueblo se respira, me paso a otra escena.
¡Ay ay ayyyyy mi Raimundo…! Con Conrado. Bfffffff. La
historia del balneario no puede importarme menos, salvo por el simple hecho de
que exista la posibilidad de encontrarme al machote Ulloa en bañador tomando
unas aguas termales en compañía de cierta moza en otros tiempos catatónica. ¡Exijo
un jacuzzi raipaquista privado de la época! La conversación amenísima se ve
interrumpida por el portador siempre de buenas noticias que es Gonzalo.
Raimundo, que aunque sea abuelo de la niña, se entera menos de lo que a la
susodicha le sucede que si estuviese leyendo el manual de montaje de un mueble
de Ikea, intenta consolar al muchacho.
Habitación del Jaral. María sigue medio ida y Aurora pendiente de Lesmes porque le nota raro. Estupendísimo. No me interesa en absoluto. La doctora Honoris Causa por la Universidad de “MeMetoEnTodoPorqueSoySuperGuay” propone a María ir al cine a ver la película de su tía Mariana. “¿Es que no ardes en deseos de verla?”. Claro que sí hija. Es el sentimiento que surge cuando pierdes a un hijo. Deseos de ir al cine… anda que…
Regresamos a la Casa de Comidas para ver de nuevo a nuestro
queridísimo Rey de las Pelusas conversando con el páter sobre otra de las
grandes preocupaciones. Qué muchacho se salva de ir al frente. Si pusieses el
mismo empeño e interés en todos Rai, sobre todo en aquella a la que tanto amas…
ainsss en fin. Que no son capaces de decidir quién queda excluído. Y como nos
acordamos de Santa Bárbara cuando truena, ante el menor contratiempo, ¿por qué
no acudir a Francisca? Sí, a esa misma a la que todos odian pero a la que no
dudan en pedir favores.
Y llega el gran Chindasvinto (“Gran” por decir algo) Espera… un momento… ¡Paren las rotativas! ¿Otra vez Raimundo? Me estoy empezando a preocupar. Demasiada aparición del Ulloa seguida. Al final tendremos que llamar a Iker Jiménez para que estudie este caso tan poco frecuente (Ejeeeeeeeeemmmm guionistas) En fin, me detengo en esta historia el tiempo suficiente para recrearme en la visión de este hombretón. Nada más.
¡Si es que es para comérselo!
Y así en un plis, nos vamos al Jaral (ZZzzzzzz). Don Anselmo quiere celebrar un funeral por Esperanza. Gonzalo acepta casi de inmediato, no así María. En fin, a otra cosa mariposa. Y la siguiente escena me lleva al dispensario. Pasando… ¬¬
Y como el deporte favorito de Puente Viejo es el “tocamiento de narices Montenegro” para luego
así poder llenarse la boca maldiciendo a Francisca por carecer de buen corazón,
el cura y el alcalde, dos de los grandes especialistas en este deporte,
solicitan su ayuda para librar a dos chavales de ir a la guerra. Y Francisca
que está más revenida que una pasa a falta de un buen meneo Ulloa,
evidentemente se niega a prestar dicha ayuda.
“Discusión” Gonzalo-María. Tal vez deberíamos recordarle al ex
cura, que María necesita ese proceso de asimilación que él ya tuvo hace días.
Que no olvide que la chica acaba de enterarse. Y que sobre todo se de cuenta de
cuál era su actitud cuando todos le decían que aceptase que su hija había
muerto. Fin de la historia.
Mariana se despide de su chico; Chindasvinto se hospedará en
la posada, para regocijo de Alfonso que lo flipa con sus trucos; y me vuelvo a
la casona que está la cosa más interesante.
Francisca otra vez intentando sacar a Bernarda de su
cascarón. Esta mujer me desconcierta y mucho. Convenientemente, cuando la
conversación no es de su gusto, se esfuma dejando a la Montenegro con la
palabra en la boca. Yo no sé si Bernarda es “tonta” o se lo hace…
Y avanzando, avanzando, llegamos a una de las grandes escenas de hoy. Al menos por el discurso que Candela ha soltado por esa boquita. ¡Madre del amor hermoso! Harta de gimoteos, de lloriqueos y de ser paño de lágrimas en el Jaral. Claro, todo esto obligada por las circunstancias, pero qué gusto…!!
Mauricio que desconfía de Fe y se lo hace saber a Mariana.
¡¡AVANCES!!
Ostras, Francisca, si te sientes sola date un garbeo por la
Casa de Comidas. Unas carantoñas a uno que yo me sé y lo tienes en el bote.
Pero no se lo digas al primo, que la armamos!!
Grazie Ruth per l'articolo e le foto davvero curiose e originali (mi riferisco soprattutto a quelle di Raimundo con le mani dietro alla schiena...per caso gliele hanno legate? Ahahah) Per quanto riguarda Bernarda, in Italia si dice "ci è o ci fa"? Lo scoprirete nei prossimi capitoli :)
ResponderEliminarLas capturas preciosas Ruth. Por ver a María Bouzas y a Ramón Ibarra, merece la pena ver la serie, porque por los demás... uffffffff
ResponderEliminarBernarda es más mala que Fulgencio, ya lo veréis. "Librame de las aguas mansas, que de las bravas me libro yo" No hay más que ver como se escabulle de Francisca cuando no le conviene lo que le pregunta.
Francisca ha hecho cosas malas, sí, pero muy buenas también, y en este juego la que más pierde y sufre (no quiero decir que los demás no sufran) es ella, aunque nadie quiera verlo. Ya veremos hasta donde la pisotean esta vez.
Ay ay ayyyyyy... pero que guaperrimo está este hombre... jajajaja
ResponderEliminarMenos mal que seguimos teniendo nuestro personal humor y sacamos de donde podemos esas ganas de comentar día a día todos los capítulos...
Muchas gracias reina...