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lunes, 16 de marzo de 2015

1030

Nuevo blog... Nuevo capítulo... Comenzamos con el 1030, el que da comienzo a una semana gloriosa para el RAIPAQUISMO. Sí, compañer@s, ha llegado el momento tras aquel apasionado beso de disfrutar (sobre todo a final de esta semana) de lo que llevamos mes y medio esperando. Sin más dilación, ¡ahí va el comentario al capítulo emitido esta tarde!

Las aparentes casualidades en Puente Viejo a veces dan miedo, ¿no? Recién se trunca, para siempre, la historia (me permito no añadir el sentimiento por no comprenderla) de Conrado y Aurora mientras, gracias a los avances (benditos avances los de esta semana), confirmamos que empieza (o más bien se retoma) la historia de amor (ahora sí) de Raimundo y Francisca. El muerto al hoyo y el vivo al bollo, ¿no? Aunque, ciertamente, no voy a comentar más sobre este tema que, sin más, lo estoy hablando un poco porque el comienzo del episodio lleva a ello, pues empieza con un paseo fúnebre por la plaza del que no voy a destacar nada más que Raimundo, junto a otros conocidos, porta el féretro. Sin embargo, antes de comentar la primera escena que hay tras la cabecera, hago un pequeño comentario sobre la nueva cabecera. Sí, nueva, porque los "vengadores" han cambiado la entrada a la Quinta por un ambiente más campestre aunque lo más destacado viene a ser encontrar a Lucas y Aurora juntos en la misma, estando ya desaparecido Conrado (sin dar tiempo si quiera a que se enfríe el cadáver). A buen entendedor...

Empezamos, tras la cabecera, con Francisca y Mauricio. El capataz viene a informarla de lo que sucedió para que Conrado muriera. Que si Alicia intentó ahorcar a Aurora, que si Conrado la salvó pero a cambio perdió su propia vida (no sin matar después a la desquiciada de su ex-prometida)... Y ese tipo de cosas poco interesantes. A Francisca le preocupa más que Aurora saliera ilesa (tranquila Paquiña, no eres la única que hubiera deseado que Alicia tuviera mejor tino). Hubiera preferido quitársela de en medio y acabar con la estirpe de Pepa pero Mauricio, sutilmente, deja caer que no es así aunque Francisca, con muy mala leche, le advierte de que jamás vuelva a hablar de eso. 

Francisca: Bosco es diferente. Es un Montenegro. (Francisca... La decepción que te vas a llevar con el nieto ingrato...). 















Mauricio la informa, cuando ella se dispone a irse, de que tienen que tener cuidado con Amalia (que la chica anda dándose paseos por las cuadras para saber más sobre su accidente). A Francisca le supera la chica (normal, está como un cencerro, y te la va a liar muy parda). Pide a Mauricio que no le quite el ojo de encima. ¡Y fin de la escena! Para irnos de cabeza al entierro de Conrado, el paso final de esta tortuosa historia... Del cual destaco lo mismo que del paseo fúnebre (al señor Ulloa, que va muy guapo él). Apenas extraigo un par de capturas para hacerlo más evidente si cabe y, casualmente, junto a Lucas (menudo par de galanes, lástima que al joven nos lo hayan enamorado de semejante muchacha). Lo demás... Aburrido. Aurora penando con realismo por el amor arrebatado cruelmente... ¿Amor mío? ¿Amor mío besando a Lucas? ¿Amor mío en dos días? Mira, y que el médico titulado tenga que aguantar esto... Me parto de risa, de verdad. Lo siento pero esto es demasiado para mí. Voy a tomarme una cazalla a la Posada si eso. 















Después de la cargante escena del cementerio nos vamos a la Quinta para ver como a Carmelo le consumen los celos mientras lee en secreto el diario de Sabina  donde confiesa sus supuestos enredos con Severo (menuda estás montando, ¡eres una experta en lo tuyo! ¡Bien contratada!). Y, ojo, ojo... ¿Más del entierro? ¿Esto no se acaba nunca? Tristán molaba más y no estuvieron dando tantas vueltas, ¿eh? En fin... ¡Adiós, Conrado! Bla, bla, bla... ¡Tanta paz tengas como descanso dejas! Bla, bla... ¡Fin del velorio! ¡El muerto al hoy y el vivo al bollo! Y, antes de olvidar esto, insisto... Pobre Lucas (sí, Lucas, es evidente el por qué). 

Después de "derramar" lágrimas por el pobre geólogo y por su doliente "viuda" (madre mía, no me da con tanta comilla), volvemos a la Casona. De nuevo al despacho, de nuevo con Francisca pero, esta vez, con Amalia a la que cada día que pasa empiezo a soportar menos. Roba-bebés, finge-embarazos, mata-padres, engaña-maridos, traiciona-suegras y, encima, loca, enferma y yerma. ¡Ni Angustias, oye! La cuestión es que la muchacha viene con fingida intención para invitar a Francisca a desayunar pero ella ya lo ha hecho... Se enredan en tontunas... ¡Anda! ¡Las cuadras! Ya salía el tema de casualidad y Amalia de tan lista que es no se lo esperaba (porque andaba ella dándole vueltas a los números binarios, claro). 

Francisca: Nada de lo que ocurra en Puente Viejo me pasa desapercibido. Sois el resto los que lo ignoráis. (Ni Toni Soprano, ni Vito Corleone... ¡Viva la Paca!). 















Amalia, que se huele por donde van los tiros (algo lista sí que es, oye), quiere marcharse pero Francisca ni se molesta en poner excusa para retenerla. Quiere saber a qué fue. Ella se escuda en su deseo de dar las gracias a quién la encontró con una gratificación. Sí, hija, te creemos. ¡Suena el teléfono! Salvada por la campana... Amalia se va y Francisca contesta con muy mala uva pero, un momento, ¿acaba de cambiar su expresión, su carácter, su tono de voz? ¿Quién hay al otro lado? 

Francisca: Chelo, déjate de pamplinas y pásame la llamada echando demonios. Cuán grata sorpresa. (Cristalino... Ulloa al aparato... ¡Muramos de amor!).


Dejamos a Francisca tonteando telefónicamente con su amado para volver a las penas que arrastran otros, ¡señor que cansinos! Mariana se lamenta de la desgracia de Conrado con Nicolás... Se ponen a hablar de Genaro (que no está) y de lo poco que le gusta a ella pero para Nicolás es el super amigo chachi del corazón... ¡Tú eres tonto, rubio! ¡Tonto! Dejamos al inocente del fotógrafo para ver como Sabina sigue tejiendo su tela alrededor de Severo y Carmelo... Por el amor de esa mujer. Y nos vamos del desamor a la estupidez máxima porque, me vais a perdonar, para mí lo es. Una chica cuya pena se refleja en su vestuario y en su maquillaje más que en otras cosas y, me limito a pasarla de largo, soy incapaz de creerme (ni con música) ese supuesto amor... Me da pena la muchacha, de verdad, y no pena por sus lágrimas, precisamente. Hija, debería haberte matado Alicia, todos seríamos más felices. 

Dejamos las supuestas tristezas para ver el coqueteo de Sabina a Severo que, parece caer en sus redes pero su mirada final... Uy, uy... Este hombre es muy avispado y, me da a mí, que se huele algo que no debería. Sabina, ¡ojo! Quedan para cenar después de comentar la repentina enemistad con Carmelo y seguimos con el capítulo. Nada menos que con el cuerpo serrano del Ulloa... ¡Qué bien te queda ese traje negro, condenao'! Él y el páter hablan de la desgracia de Aurora, y el cura asegura que saldrá adelante porque es fuerte como su padre, como su madre y como su abuelo... Eh, vale que a mí no me gusta compararla mucho con la abuela pero, ¿y qué hay de ella? ¿Quién tiene más galones? Hombre, por favor, si hablamos que sea con propiedad que yo querré mucho a Raimundo pero no es que a él le sobre de eso y, lamentablemente, a la vista está cuando no hace otra cosa que agachar la cabeza ante Emilia. Pero bueno, ¿estábamos en la desgracia de Aurora? Sí, sí... Y luego se ponen a hablar de la visita que hizo Francisca a Emilia porque, claro, Raimundo está pesaroso, el cura lo nota e indaga... 















Don Anselmo: ¿Vas a tomar alguna medida al respecto? (¿Y a ti que te importa? ¿Qué? ¿Lo quieres saber para largárselo a la hija? ¡Chivato! ¡Bocas!).

Raimundo: A su tiempo lo sabrá. (Y yo ya lo sé, que no nos engañas, que con quién hablaba Francisca por teléfono era contigo, tunante... ¡Aquí hay tomate!).

La escena termina con unos caldos calientes que les sirve Matías y, sin abandonar el espacio, escena de Nicolás con el guaperas (que ni Severiano en su día) del amigo Genaro. Y seguimos en la Posada, con la llegada de un nuevo personaje (las gallinas que entran por las que salen). Gracia Hermosa, una mujer encantadora que roba el corazón a Matías (este chico como galán no tiene precio). ¿Será la futura enamorada de Hipólito? Ojalá, que bien se lo merece por salao'. Abandonamos, al fin, el negocio Castañeda Ulloa para ver como Lucas sigue arrastrándose en el Jaral ante Aurora. El médico enreda por aquí y por allá para conseguir que ella ocupe su lugar en el dispensario unas horas (y lo consigue). Lucas, chaval, te tienes ganado el cielo por arrastrar sentimientos ante semejante chica, y encima después de llamarlo amigo. ¿Qué duele más a un hombre enamorado que tu amor te llame AMIGO? ¡Miedo me da lo que te espere en el futuro! ¡Miedo!

¡OH, DIOS! ¡OH, DIOS! Raimundo Ulloa en el jardín de la Casona. ¡Alerta roja! ¡Se avecina escena de esas que pueden causar terribles consecuencias a nuestra salud! ¡Coger la bombona! 

Francisca: Raimundo... (Señor, ¡qué dulzura en su voz!).


Raimundo: Esto no va a ser fácil para mí. (¿Soy yo o se le quiebra?).


Empezamos bien... Francisca le asegura que para ella tampoco (o mejor dicho menos, pues es ella, después de sus continuos desplantes, la que sigue tirando del carro por más que él, cual cobarde, se niegue a seguirla). Y, añado, ¿cómo puede este hombre resistirse a la dulzura de su voz y su sonrisa? Ulloa, yo te mataba, lo juro. La cosa sigue con Raimundo preguntándole por qué fue a ver a Emilia y qué le dijo (pero, espera, ¿no te lo dijo Emilia? Sí, sí te lo dijo... Entonces, ¿a qué vas? Pillado...). Y doblemente pillado, pues Francisca le dice que sabe que la rechazó por su hija y él se hace el loco.

Francisca: Quería que supiera que desde siempre, y pese a todo, hubo amor verdadero en nuestros corazones y que nunca dejamos de amarnos. (¡Toma, toma, toma!).


Raimundo: No creo que te hubieras tomado tantas molestias solo para decirle eso. (¿Cómo? ¿Cómo? ¿Pones cara de pan y le dices semejante tontuna mientras te toca, descaradamente, la solapa del abrigo? Definitivamente, no entiendo a este hombre).


Francisca: Cierto. En verdad lo que fui a decirle es que no se saldrá con la suya, que lucharé por ti y por nuestro amor le pese a quién le pese, que bajaré al mismo infierno si es por estar junto a ti. (Remate de la Paca... Francisca 1 - Raimundo 0). 















Y, ¿qué hace él ante semejantes palabras y sonrisas que le dedica su pequeña? Poner una cara que es que ya no es cara de pan... ¡Ya no sé ni de lo que es! ¿Cara in albis? ¿Cara in coma? ¿Cara sin catalogar? ¡Por Dios! ¡Bésala, alma de cántaro! Y esto, esto ya es de traca... Que el tío le mira los labios mientras ella pasa de la solapa a la bufanda... ¡Y no hace nada! ¡Se queda ahí parado cual estatua! Tanto que hasta ella le pregunta si no va a abrir el pico y, ¿qué dice él? ¡Que no sabe que decir! ¡Tócatelos! Y mientras pronuncia semejantes palabras se sienta (claro, tanta declaración y lucha de tu amada te ha dejado tocado) pero a Francisca como le viene dando igual todo eso y se sienta a su lado, ¡y le coge la mano! 

Francisca: Nuestro destino es estar juntos y esta vez nada me detendrá. Te amo, como te amé desde que peinaba trenzas. (¡Madre del amor hermoso! ¡Francisca ha cogido el turbo!).















Raimundo: Francisca... A qué negar que yo también siempre te he amado. (No si... Cuando esta mujer se pone... ¡No se resiste ni el tato!). Mas, ¿qué me estás proponiendo? (Ojo, el Ulloa aguanta un poco más). 















Francisca: Te estoy proponiendo que seamos lo primero que veamos al amanecer y lo último que veamos cuando el sol caiga. (¿No es suficiente semejante diálogo que incita al refocile? No... Cuidado, que esta mujer ha acortado hasta límites insospechados la distancia que les separaba). 















Raimundo: Sigues siendo una soñadora. (¡Dios de mi vida! Huye, huye... Pero ya sabes que has caído, majo... Lo saben tus ojos, tus sonrisas... ¡Lo saben!).


Francisca: No, no... Soy una valiente que es muy distinto. Hagámos realidad nuestros anhelos de antaño que nunca han dejado de serlo. Ahora respóndeme, ¿estás dispuesto tú también? (Francisca, te hago la ola, hija... ¡Viva tu lucha!). 
















Miradas matadoras por aquí y por allá... Sonrisas enamoradas por el otro lado... ¡Y nos la cortan! ¡Esto no termina! El martes toca más y, ¿beso? ¿Habrá beso? ¡Que haya beso, por favor!

Pasamos a los requiebros de Genaro a Mariana hasta que termina por besarla (y el rubio, iluso, confiando en su amigo, ¡pues toma amistad!). Después, Amalia (¡traidora del demonio!) llega al consultorio con Beltrán implorando que Aurora lo examine (sí, me he saltado el recuerdo de esta con el geólogo pero me aburría demasiado). Bueno, el caso es que, mientras Amalia insiste en que vea a Beltrán (pues Aurora se niega por el rechazo de Bosco) sale este último pidiendo a Inés y Fe información sobre su hijo y Fe le comunica que fue a dar un "paseo" para hacer unos "recados" e ir al dispensario. Bosco se pone como un basilisco y sale en su busca, y mientras toma camino... ¡Aurora ve los lunares de Beltrán! ¡Ya se ha liado parda! ¡Pardísima! 

AVANCES. Limitándome, como siempre, a lo único que pueda causarnos algún interés. Para empezar, tenemos a Bosco en el consultorio (realmente enfadado) y Aurora le refiere que Beltrán tiene unas marcas que cambiarán sus vidas (¡Dios, los lunares vuelven a la carga!). Y atentas, que el avance nos regala un poco de lo que veremos en la continuación de mañana.

Francisca: ¿No querrías compartir tus últimos días viviendo aquí en la Casona conmigo? (¡Toma proposición de las gordas!).


Raimundo: No solo depende de la voluntad. No se puede borrar el pasado así, de un plumazo, por mucho que queramos. Las heridas dejan cicatrices en el corazón. (Y dale perico al torno...). 


Francisca: ¿Me amas o no? La respuesta no encierra misterio alguno. (¡Ahí, ahí! ¡Al meollo!). 


Además, otro pequeño avance sobre la decisión que parece haber tomado Raimundo tras su encuentro jardinero con Francisca. Algo que parece que, al fin, terminará en un gran ZAS a Emilia (por cansina, entre otras tantas virtudes que atesora).

Don Anselmo: Es lo último que me quedaba por oír. Me refiero a que ya os habéis hecho todo el daño que dos seres humanos pueden hacerse. (Páter, me estás calentando un poco la moral, ¿eh? No es por nada pero, yo que tú me aseguraba de cerrar bien la puerta de casa... Y sí, es una amenaza...). 

Raimundo: De ahí que ahora queramos enmendar nuestros errores pero lo que me tiene muy desasosegado es que no encuentro el modo de contárselo a Emilia. (Espera, ¿qué has aceptado? ¿Se acabaron tus dudas y tus miedos, Raimundo? ¿En serio?). 

Don Anselmo: No me extraña. Yo como párroco no puedo ayudarte en semejante insensatez. (Eh, espera, ¡nadie quiere tu ayuda cura del demonio! ¡Vete a consolar a Aurora y déjanos a Rai en paz!). 















Y con esto y un bizcocho... ¡Ya queda menos para ver lo mejor de esta historia! ¡Yeah!

1 comentario:

  1. Francisca: Nada de lo que ocurra en Puente Viejo me pasa desapercibido. Sois el resto los que lo ignoráis. Adoro cuando se pone mafiosa jajaja.
    Qué miradas picaronas de ambos, qué frases, qué todo. No sé como Raimundo no se la lleva corriendo a la alcoba a recordar viejos tiempos. Chico que estás demasiado PARADO!!! pedazo proposición le hace: Te estoy proponiendo que seamos lo primero que veamos al amanecer y lo último que veamos cuando el sol caiga. Y él otro contesta que es una soñadora. Vamos hombre!!! quédate de una vez en la Casona y no te vayas NUNCA!!!

    Mil gracias por esta entrada de blog y por las capturas. Esta escena raipaquista se ha convertido, sin duda alguna en una de mis favoritas.

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