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miércoles, 14 de marzo de 2018

Bendita revolución

¡Hola raipaquistas y raipaquistos!

¿Cómo estáis? ¿Seguís emocionados por las escenas que hemos visto durante estos días? ¿Habéis salido de vuestro encierro? Porque yo me he solidarizado con Francisca y no he salido de casa hasta que ella no fuera libre. Lo primero es lo primero jajajaja.

He vuelto al raipablogger para escribir una ‘‘breve’’ crónica sobre la trama revolucionaria puenteviejina. ¿Os ha gustado tanto como a mí?
Here we go!

Como ya sabéis los destripaterrones interrumpieron la boda más esperada y después rodearon la Casona y el pueblo entero. El líder de los revolucionarios, el señor Larraz (qué gran idea tuvo Saúl de traerle al pueblo) le comenta al matrimonio Ulloa que una asamblea decidirá el destino de Francisca.

Larraz: Por la explotación a la que ha sometido a cientos de jornaleros a lo largo de toda su vida. La pena capital está en juego. Mucho me temo que va camino del paredón. Si no hubieran intentado huir, no nos veríamos en estas.
Francisca: ¿Y qué querías que hiciéramos? ¿Que nos quedáramos aquí para que nos puedas usar como moneda de cambio cuando llegue el ejército?

Los hermanos tuvieron una magnífica idea. ¿Quién podría imaginarse que los jornaleros los descubrirían? Cada vez que Francisca les hace caso, sucede algo. No aprende.

Raimundo: Mi mujer es inocente.

¿Soy la única que se emociona cada vez que escucha mi ‘‘mujer’’ y mi ‘marido’’? Y no sólo la llama así ante Larraz, también ante el señor alcalde. Mejor no digo lo que pienso de los santurrones de los quinteros. Los ‘‘buenos’’…

Francisca: ¿Os explotaba yo cuando… vinisteis con un buen jornal apalabrado que siempre se os pagó? ¿Os exploté cuando ayudé a construir la casa de acogida, cuando contraté un seguro y traje a una enfermera? Y mira cómo me lo agradecéis. Ajusticiando a quien un día os dio de comer.

Zasca para el revolucionario. Se les conceden a los jornaleros todas sus peticiones y aún así, pretenden que corra la sangre. No sé qué más quieren. ¿Un apartamento en Torrevieja? 


Por otro lado, os tengo que confesar algo. No sé si es porque me he dado un golpe en la cabeza o qué, pero Julieta cada vez que cae mejor. Me ha encantado su actitud con Francisca y su insistencia en no rendirse para salvarle la vida. Y también, me gustaría que las dos se llevaran bien. A ver si me estoy ablandando por toda esta situación…

Hasta la Montenegro está cómoda con su presencia. ¡Tanto que le pide jugar a las cartas! Pero la muchacha declina y se marcha al llegar Raimundo.

Raimundo: ¿A qué se supone que tenemos que jugar nosotros?

Decidme que no he sido la única que ha pensado mal…

Raimundo: Si de veras ese es tu destino, lo compartiré contigo.
Francisca: No digas majaderías.
Raimundo: Lo digo de corazón. No puedo vivir sin ti, ni siquiera respirar.

Siempre que dicen una frase así la que se queda sin respiración, soy yo.

Francisca: Pues no te quedará otra por dos motivos: porque los rebeldes sólo me quieren a mí y porque una vez que me ajusticien habrás de vivir para vengarme.
Raimundo: ¿Para vengarte?
Francisca: Sin piedad, Raimundo. Quiero que padezcan tanto como yo ahora y que los envíes directamente al infierno uno por uno.
Raimundo: Chanceas.
Francisca: Claro que sí. Si vieses el semblante que se te ha quedado.

No sé qué me ha gustado más. Si la expresión asustada de Raimundo con la petición de venganza o las palmaditas que le da Francisca en la espalda. En serio, me mata de risa cuando le da palmaditas. Nuestra Paca es increíble. Aún en la situación en la que está, se permite el lujo de bromear para aliviar el ánimo de su marido. Aunque confieso que me hubiera gustado que no chanceara. Y en el fondo creo, que el Ulloa se vengaría de alguna manera de los jornaleros por arrebatarle a su esposa.

A la mañana siguiente, los hermanos, que sólo han traído problemas desde que han llegado, informan a los nuestros que Francisca ha sido condenada a muerte. Algo totalmente esperado. Los chicos no piensan quedarse de brazos cruzados y quieren ayudarle aunque eso los ponga en una situación arriesgada. ¡Bravo por ellos! Madre mía, me están empezando a caer bien. ¿Qué me está pasando?

Francisca: No quiero que insistáis ni que exploréis ninguna alternativa, y por descontado que organicéis otro ruinoso plan de huida. Se acabóPor Cristo que no me convenceréis de que vuelva a esconderme cual rata. Eso es justo lo que buscan. Que huya a la desesperada, que me arrodille ante ellos suplicando misericordia, mas no lo van a conseguir. Ojalá las cosas fueran de otra manera, mas no lo son y he de aceptarlo. Asumir mi destino. Si he de morir, lo haré con dignidad.

¡Viva Francisca Montenegro! Adoro su temple y su valentía. Sólo ella puede enfrentarse a la muerte con tanta fortaleza. Otra en su lugar, lloraría como una plañidera y suplicaría. Pero no. Asume su destino y no se hunde. ¡Admiración infinita! Por cierto, adoro este tipo de planos con ella con la cabeza bien alta.

Raimundo: No me quedaré de brazos cruzados. No, hasta hacer un último intento por salvarte.
Francisca: Respetarás mi voluntad, Raimundo. No consentiré que ninguno de vosotros corra ni un riesgo más por mi persona.

Raimundo quiere hablar de nuevo con Larraz para conseguir que se posponga la ejecución. De esta manera, el ejército puede llegar a tiempo y evitar el fusilamiento. Pero la Paca le responde que no saben nada del ejército y pueden tardar días o semanas en entrar al pueblo. Sin embargo, él no se rinde en buscar una solución.

Raimundo: Francisca, intentemos de nuevo huir. No tenemos nada que perder.
Francisca: He dicho que no. Hasta ahora la única condenada soy yo. Si hacemos un segundo intento, podríais acompañarme en el paredón cualquiera de vosotros y eso no he de consentirlo.
Raimundo: Huyamos juntos, solos tú y yo. A mí no me importa morir si es a tu lado.

No hay muestra de amor más grande que la de este hombre. Normal que ande loca por el Ulloa. ¿Quién no lo está?

Francisca: Pero es que yo quiero que vivas. Además, esa huida es imposible. Acéptalo. Los hombres de Larraz no me dejan ni a sol ni a sombra y tienen armas. Asumo mi condena. Lo único que me queda es hacerlo con dignidad. ¿Vais a impedírmelo?
Raimundo: Francisca… no puedo perderte.
Francisca: Raimundo, tú no crees que haya otra vida después de esta, yo sí. Volveremos a encontrarnos y estaremos juntos, quieras o no, por toda la eternidad, amor mío.

Raimundo: Tú eres mi vida.


Estoy ‘‘morida’’ de amor. Raimundo Ulloa es todo lo que está bien en esta vida. En una escena digna de recordar, nos demuestra de lo que es capaz de hacer por su pequeña. De poner en peligro su vida. De morir, si lo hace a su lado…

Ramón Ibarra ha estado sublime. Ha sido una de sus mejores interpretaciones. No he podido evitar llorar yo también al ver sus ojos llenos de lágrimas. Esa desesperación en su mirada ante la posibilidad de perderla… ese gesto al salir del despacho de secarse los ojos ufffff. Se me encoge el corazón al verlo así, tan destrozado.

Mientras Francisca trata de hacerle sonreír al decirle que estarán juntos en la eternidad. Todo muy intenso. Imposible no emocionarse al ver y sentir ese amor tan grande que se profesan.

Ahora bien, no sólo he temblado de emoción con esta escena. También, con la Ulloa y la carta más esperada por todos.

Emilia: Es carta de María desde Cuba. Mi padre me pidió que se la entregara lo antes posible. Le agradece sus desvelos.
Francisca: Es una gran dicha saberla fuera de peligro con los suyos. Un motivo más para morir en paz.

En la carta María le dice que todos cometen errores. Y que se arrepienten de ellos. Grande la joven Castañeda.

Francisca: La quise como a una hija, Emilia.
Emilia: Señora, me consta que talmente la cuidó así.
Francisca: La adoraba, sí.
Emilia: Lo sé. Y ella tampoco la olvida.
Francisca: Emilia, hazle saber que la quise hasta mi último aliento. Que no piense lo contrario una vez que yo haya muerto, te lo suplico.
Emilia: Ojalá usted misma se lo pueda decir algún día, ojalá.
Francisca: Emilia Ulloa, dame tu palabra de que le dirás que nunca jamás dejé de quererla.
Emilia: Se lo prometo, llegado el caso.
Francisca: No se lo he de poner fácil a mis verdugos, no te vayas a pensar. Francisca Montenegro no se rinde ni ante el mismo diablo.

Sólo puedo dar las gracias por el gran final que le han dado a la trama de María. Ella ya sabe que nuestra Montenegro está al tanto de que vive en Cuba con los suyos. Y se han perdonado mutuamente. Es algo que siempre he querido ver en la serie y jamás pensé que lo sacarían a la luz y lo cerrarían de una manera tan perfecta.

Es un detalle precioso que Emilia le haya llevado personalmente la carta. En esta escena tan emotiva hemos visto cómo Francisca deja atrás su coraza y expresa en voz alta que nunca dejó de querer a su ahijada. Hemos sido testigos de que María ha vuelto a unir a dos mujeres que han tenido sus más y sus menos, pero que comparten el amor que sienten por la joven.

El capítulo no podía acabar sin una escena enternecedora de los nuestros.

Raimundo: Ven, amor mío. Reconfortémonos el uno en el otro. Estás temblando.
Francisca: Tengo tanto miedo, Raimundo. A ti no puedo ocultártelo.
Raimundo: Con garras y dientes te defenderé contra quien quiera causarte daño.
Francisca: Siempre te diste aires de caballero andante.
Raimundo: A ti tampoco te faltaron de dama.
Francisca: Todo, todo lo logramos en esta vida, ¿no es cierto?
Raimundo: Amarte fue mi único anhelo. Amarte y ser amado. Ahí triunfamos.
Francisca: Con honores. Hasta el punto que al final de mis días poco faltó para reconciliarme con tu hija Emilia y obtuve el perdón de María.
Francisca: Y su lectura ha sido como una extremaunción que ha aliviado la culpa de mi maltrecha conciencia.
Raimundo: Sé bien que siempre la quisiste.
Francisca: Con toda mi alma. Por eso hablaba de perdón para mí, porque sabe que me arrepiento de mis errores, tantos y tantos.
Francisca: Quisiera dar marcha atrás y enmendar el pasado.
Raimundo: El pasado no se puede cambiar, solamente podemos aprender de nuestros errores para no cometerlos en el futuro.
Francisca: El futuro. El futuro carece de sentido para mí.
Raimundo: No puedes perder la esperanza. Pronto se restablecerá el orden en Puente Viejo.
Francisca: Soñemos entonces que todo se resolverá y que viviremos dichosos por el resto de nuestras vidas.
Raimundo: Por muchos años.
Francisca: Sí, sí, Raimundo. Soñemos. Y amémonos mientras sigan latiendo nuestros corazones.

Nunca un primer plano me gustó tanto. Verlos tan agarrados intentando olvidar el futuro incierto que les espera es conmovedor. Francisca ha sido más sincera que nunca en admitir sus miedos y sus errores, de los cuáles se arrepiente. Pero, ¿qué es la vida sin cometer errores y no aprender de ellos?

Y ese beso… que no me hubiera importado que fuera unos segundos más largo. Pero bueno, se apreciaba la desesperación en él al igual que en Francisca al fingir que aún pueden tener un futuro el uno junto al otro.

Escenas así nos confirman que las raipaquistas y los raipaquistos sabemos cómo es realmente Francisca Montenegro. Una mujer que ama de verdad a los que sabemos que ama, sin medias tintas. Que no permite que se arriesguen por ella y sufran su mismo destino. Que reconoce sus miedos, sus fallos. Que se arrepiente. Que se enfrenta a la muerte con grandeza y dignidad.

A la mañana siguiente, ella está mirando por la ventana decidida a cumplir su destino.

Francisca: Adelante, estoy preparada.
Raimundo: Me alegra saberlo, Francisca.
Francisca: Raimundo, eres tú.

Raimundo: Nada malo te va a suceder. Se rinden, los rebeldes van a entrar sus armas.

Raimundo: Creí que te perdía, mi vida se iba con ello.
Francisca: Aún nos queda mucho por vivir, amor mío, ¡mucho!

Emociones a flor de piel con el abrazo más largo de la historia. Por supuesto, que les queda mucho por vivir. ¡Y lo veremos!

Más tarde, Mauricio le comenta que llevaba días sin pegar ojo y que cuando los cerraba, la veía ajusticiada. Me como a ese grandullón. Representa a la perfección la definición de lealtad.

Francisca: He de vengarme de esa gentuza.
Mauricio: ¿Y por qué no lo deja estar, señora? Y volvemos a la normalidad.

A veces parece que no la conoce jajajaja.

Francisca: Porque lo digo yo. Si se creen que pueden entrar en mi casa a humillarme y seguir con sus vidas como si nada, van listos.
Mauricio: ¿Y la promesa que le hizo a Raimundo de llamar personalmente usted a sus contactos?
Francisca: Le daré largas, yo sé bien cómo manejar a Raimundo.

A los pocos segundos aparece Raimundo y ¡sorpresa!

Raimundo: ¿Has empezado a llamar a tus contactos para cumplir con las condiciones que impuso Larraz?
Francisca: Aún no, Raimundo. Deja que antes me haga con las riendas de la Casona.
Raimundo: Prometiste que lo harías hoy mismo.
Francisca: Tal vez más tarde. Además no creo que las comunicaciones ya hayan sido restablecidas.

Entonces, el señor de Montenegro  habla con Chelo.

Raimundo: Esta tarde la señora Montenegro pondrá varias conferencias. Enseguida te la paso para que pueda decirte el número con el que has de comunicarle.

Me parece tan genial esta escena. Francisca le dice a Mauricio que sabe cómo manejar a Raimundo y poco después es su esposo quién la maneja jajajaja. Ella coge el teléfono que le da sin rechistar. Los amo por cosas como ésta. Los dos se conocen mejor que nadie y saben cómo dirigir al otro para que hagan lo que quieren.

Al día siguiente, también tenemos escena raipaquista.

Francisca: Al fin llegas. Estaba empezando a preocuparme por tu tardanza.
Raimundo: Ayer no pude acabar todos los asuntos pendientes y hube de hacer noche en la capital para finiquitarlos hoy.

Ella no quería mover ningún dedo por los jornaleros y que el peso de la ley cayera sobre ellos. Pero Raimundo no opina lo mismo.

Raimundo: Yo quería cumplir con mi palabra.
Francisca: ¿Incluso con quién no la tiene?
Raimundo: Porque otros actúen torcido no he de hacerlo yo.
Francisca: En fin, eres así desde que te conozco y no voy a esperar que cambies a estas alturas.
Raimundo: Francisca, si no hubiéramos llegado a un acuerdo, habrían acabado contigo. No lo hubieses podido contar.
Francisca: Eso decían, pero una cosa son las palabras y otra, los hechos.
Raimundo: Lo habrían hecho, Francisca. Y entonces yo no podría cogerte del talle y darte dos besos, que es en lo que vengo pensando durante todo el viaje.
Francisca: Ay, zalamero. Sólo tú consigues que yo consienta algo así, dejar que queden impunes, casi impunes, unos criminales.
Raimundo: Hemos ganado mucho, Francisca. Seguir juntos, ¿te parece poco premio?
Francisca: Bien está lo que bien acaba.

Raimundo: No sabes la desesperación que me entró cuando pensé que no podía salvarte.
Francisca: Lo sé, lo sé. No había más que verte. Tu rostro desencajado, tu angustia… A pesar de todo, yo sabía que Dios no podía privarme de pasar un buen puñado de años más junto a ti y eso me ayudó.
Raimundo: Sea por Dios, por la suerte o por la casualidad, el asunto es que aquí estamos  y que tenemos la oportunidad de seguir queriéndonos.
Francisca: Y vaya si lo haremos, Raimundo.

Una escena sencillamente perfecta y no sólo por los besos. Vemos lo mucho que han temido perderse el uno al otro y la alegría que sienten porque podrán ser felices durante mucho tiempo.

Cada día estoy más convencida de que El Secreto de Puente Viejo ha sido escrito por y para la historia de Raimundo y Francisca.  Su trama ha sido la mejor llevada. Con paciencia y pausa pero también con intensidad y emoción. Han sabido darnos lo necesario en el momento justo sin desvirtuar el amor tan grande que sienten. Todos estos años de sufrimientos, desengaños, y reconciliaciones han merecido la pena. ¡Lo conseguimos raipaquistas y raipaquistos!

Y para acabar, os dejo una pregunta que va para nota:
¿Hacia dónde se dirigía la mano de Francisca?


a) A su cintura para rodearle.
b) A la barriga para hacerle cosquillas.
c) 😏




¡Hasta la próxima!