¿Cómo afrontar el capítulo de hoy de “El secreto de Puente Viejo” cuando lo más interesante que ha tenido son los avances? ¡Avances, avances! ¡Benditos avances…! Pero ya entraremos en materia con ellos un poco más tarde.
Nos ha costado encontrar a nuestra Francisca en el capítulo
de hoy. Tal vez, erróneamente se podía pensar, que se encontraría tan afectada
por la marcha de su ahijada, que estaría lamiendo las heridas de esta nueva
puñalada por parte de un ser querido, en soledad. O que, pudiera ser, que harta
de que todos en el pueblo la consideren la hermana pequeña del mismísimo
Lucifer, hubiera decidido marcharse a La Puebla o a Munia, y disfrutar un rato
de esos espectáculos tan maravillosos de los que su nietecita Aurora volvió tan
encantada.
¡Pero no! Esa no sería nuestra Francisca. Me alegra
comprobar que, a pesar de lo ocurrido, no ha perdido esa retranca tan gallega
que nuestra adorada Bouzas ha sabido impregnar en un personaje tan odiado/amado
como nuestra Paca. Y si no que se lo pregunten a Mariana.
Para muestra, un botón…
Será que expulsada ya toda la bilis (como diría nuestro
Raimundo), se encontraba tan relajada que hasta se atrevía a agasajar a su fiel
Mauricio, incapaz de lograr que le pagara el jornal de los trabajadores.
Y aquí, junto a Mauricio, surge el tema interesante del
capítulo de hoy. Al igual que el capataz, todas nosotras nos preguntamos
intrigadas sobre ese reiterado interés de Francisca por conocer qué se comenta
sobre Fernando en el pueblo. ¿Qué oculta? ¿Cuáles fueron sus órdenes exactas
para con el de Mesía? ¿Acaso, ¡oh sorpresa!, resultará que no estaba muerto,
sino que estaba de parranda?
Por el contrario, nuestro (mi) querido Raimundo, liberado ya
del pesado trabajo de buscar a Jesusa, se ve que ha decidido emplear su tiempo
en otros menesteres. Como visitar por primera vez y sin venir a cuento (¡¡¡oh
sí!! ¡¡Quería queso…!! ¬¬ ) la granja de los Buendía y charlar sobre el asunto
que trae a todo el pueblo alterado. La futura mina de oro que pronto surgirá en
Puente Viejo, y de la que hasta Francisca está interesada.
O el divertimento que supone escuchar al desquiciado Mirañar
mientras se comparte un chato de vino, eso sí, no para él, con los amigos.
Incluido Mauricio. (Se ve que el compadreo en busca de enfermeras torturadoras,
une mucho)
Ahora en serio, y me voy a dirigir a las altas esferas. Dado
el resultado del capítulo de hoy, en el que Raimundo Ulloa ha aparecido algo
más de un microsegundo, voy a modificar mi petición hacia ellos. ¿Con qué
mandamás hay que hablar para que al Señor Ulloa le otorguen una trama digna,
seria y acorde con la estupendísima labor que realiza Ramón Ibarra?
Y esto ya, por placer mío…¡Qué gustazo ver de nuevo al Ulloa
tras la barra de la Casa de Comidas!
Sobre el resto de tramas y personajes… mi salud mental me
impide hacer comentario alguno.
¡¡Avances!! ¡¡Avances!!
Lo menciono porque aún soy incapaz de creerlo. Puente Viejo
se parece más a “El regreso de los muertos vivientes”. No solo Jonás vuelve al
pueblo, esta vez no como Juan Castañeda, sino como perro flauta (Jonás dixit) y
Anibal Buendía vivito y coleando.
Pero, pero, pero… ¿No nos han traicionado nuestros ojos
cuando hemos visto a la gran Francisca Montenegro desmayada en una de las
butacas del despacho? ¿Cómo es posible? ¿Serán secuelas de su reciente
catatonia? ¿Puede que el doctor Fulgencio le esté echando gotitas en la bebida?
¿Acaso todo se debe a la factura que Mauricio le muestra en la que figuran los
salarios de los jornaleros? ¿Tendrá que ver con Conrado y ese extraño asunto
del geólogo que hace años quiso realizar explosiones en Puente Viejo?
Amigas, amigos… ¡Hagan sus apuestas!