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jueves, 3 de julio de 2014

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Un capítulo más. Obviamente con retraso. ¿No dicen que lo bueno se hace esperar? Con tanto raipapolvo de por medio es lo que tocaba. No se puede desarrollar semejante momento en cinco minutos, ¿verdad? Requiere su elaboración y… Espera, no, ¿dije raipapolvo? Eso fue un sueño, creo. Me estoy confundiendo de historia, ¿cierto? Eh… ¡Vamos con el capítulo!

No es que me interese la primera escena que da paso al nuevo capítulo pero, ¿es o no es gratificante ver como el pequeño David martiriza a Aurora? A la que ya llaman hasta enfermera en los avances… ¿Cuándo se saco el título? ¿El mismo día que a Jacinta le dieron el alta en el loquero?  O lo mismo fue cuando “encontraron” el cadáver de Fulgencio para corroborar su fallecimiento… ¡La cuestión es que David es un niño fantástico! Algo manipulado por su madre, que como Bernarda va de mosquita muerta, pero un niño encantador. ¿Quién en el pueblo, aparte de Francisca y Jacinta en su locura, no se ha cortado en atacar a Aurora? Realmente, ¡bravo! Aunque, hijo, yo la piedra se la hubiera tirado a la cabeza pero, no pasa nada, poco a poco.

Damos paso a la cabecera (que, pese al cambio, ya podrían renovar la imagen de algunos, que no estamos en el capítulo 400). Y nos adentramos en la primera secuencia que viene tras ella: Alfonso y Gonzalo/Martín/Pepón (a gusto del consumidor). Hablan de Nicolás y Mariana, a los que se les está haciendo cuesta arriba, en los primeros días, el adaptarse al trabajo que conlleva una granja. Aunque, ¿qué esperar? El fotógrafo que no habrá cogido más que una cámara en su vida y la criada que demasiado acostumbrada estaba a los guisos que placían a la Montenegro, a fregar y a planchar. La cuestión es que confían en que salgan adelante pero Alfonso pide que, pese a eso, no dejen de ayudarles en lo que puedan y, ¡entra en escena el Ulloa! Aunque, de primeras, en la lejanía. Martín (voy a ser medio benévola con él y lo voy a llamar por su nombre) lo contempla mientras recibe los halagos de un par de vecinos. ¡Lo está petando con el manifiesto! Martín y Alfonso le piden que se relaje un poco (tirando a bastante) pues las autoridades ya le dieron aviso de que no estaba yendo por buen camino pero, ¿es Raimundo Ulloa? Y eso de andar sin cabeza es muy propio de él. Su manifiesto triunfa, lo copian, lo leen, lo comentan… Parece que duda pero se le ve seguro de que su manifiesto salvará la vida de Florencio (¿en serio se lo cree?). ¡La estás liando parda, Ulloa! Para unas cosas tanto empeño y para otras tan poco…



De la tensión del manifiesto nos vamos a la “paz” que ofrecen los Mirañar. Aquellos que a veces pasan de ser graciosos o absurdos, a resultar realmente molestos. ¿Por pesadez? No… Más bien por maneras. ¿Qué moral tiene mentir a un pobre italiano haciéndose pasar por un familiar fallecido solo por el deseo de quedarse la herencia del difunto? ¿No se están pasando un poco tirando a mucho? Hipólito, al que siempre se ha tratado como el más lelo, parece ser el más cuerdo en estos momentos. Pobre Gaetano… Tío Guillermo dicen… Hipólito tiene ya más identidades que el propio James Bond. Y de estas locuras tan propias de los Mirañarez nos vamos a Alicia (prima de Bernarda, seguro, porque también le va lo de ir de frágil y ser un escorpión de los buenos). Su “hijito” David, como ella lo llama, es un diablillo amaestrado aunque, a ojos de Conrado, solo es un niño incómodo por una situación desconocida. Aunque, cuando el geólogo se va, queda palpable la verdadera situación. Alicia, que tan buena madre parecía, utiliza a su hijo como si de un objeto se tratara, aprovechándose de su inocencia y su devoción a su madre (como cualquier niño pequeño que no ha conocido nadie más a quién aferrarse). Lo que está claro es que… Conrado, de ilusos está lleno el mundo y tú estás entre ellos. ¿No le dijeron que ella se había ido tiempo atrás con Humberto? ¿Qué le abandonó cuando más la necesitaba para estar con él? ¿No es más probable que piense que ese chiquillo no es suyo en vez de dar por sentado, después de lo último que vivió con ella, que él es el padre de David? Aunque, sinceramente, si Conrado le da el apellido a ese niño y se marcha con él y su madre, ¡no voy a llorar! Bueno, lo mismo sí, de alegría, cuando Aurora se retuerza por las esquinas…

¡Y nos vamos a los hermanos de marras! Los dos están bebiendo en amor y compañía mientras comentan el percance con David. Aurora tiene la sensación de que sobra en esa historia. Siente que Conrado, Alicia y David son una familia y que ella está fuera de lugar (y no te equivocas, hija, hace mejor pareja con ella que contigo, tal vez porque es más culta que tú pese a que hayas estado en Suiza y, detalle importante, no podría ser su padre). Martín se empeña en quitarle esa idea de la cabeza convencido de que Conrado la quiere. Ella no está segura y, con su habitual salero para gesticular, sigue convencida de que las cosas acabarán mal pero Martín insiste: paciencia, y terminará ganándose a David. Llega entonces nuestro querido páter para dar explicaciones… Y volvemos a los Mirañar, con Dolores dándole vueltas sobre quién es Alicia (¿se puede ser más cotilla e insufrible?). Llegan Emilia y María para entregar una lista sobre la boda y, Dolores, por supuesto, no puede perder oportunidad para dejar caer que, tal vez, la de Conrado y Aurora no llega. Intenta sonsacarles sobre Alicia (que se presentó ante ella como una secretaria) y su hija aunque Emilia y María se las apañan para ignorar su empeño en saber más de lo que le corresponde.

Volvemos al Jaral para escuchar las explicaciones de don Anselmo. El cura, al parecer, le acaba de contar en off a Aurora que le mintió cuando le dijo que el pequeño David era hijo de una feligresa pero, ¿es que Aurora no se había dado cuenta? ¿No merendó con el chiquillo y lo conoció lo suficiente como para saber que se trataba del niño que atendió? La cuestión es que trina con el “engaño” de don Anselmo (con esa particular gesticulación suya) y arremete contra él. Admito sentir ganas de arrearle un pescozón al cura pero ser tan iluso. ¿Permitir que una joven muchacha sinvergüenza le hable en ese tono por hacer algo que consideró correcto? Ocultarle que ese niño era hijo de Alicia para evitar que, con su habitual educación, prorrumpiera en alaridos indescifrables, y se limitara a hacer su trabajo sin mayor pensamiento que el de atender al chico. ¡Y luego va y se disculpa! Espera, no, no se disculpa… ¡Acepta sus disculpas! ¿No eres tú la que tiene que disculparse, mal hablada? Y esta chica estudió en Suiza… Espera que me ría… ¿Seguro que no pasó 10 años en la India en vez de en un internado de primera clase?

¡Dejemos a la colérica de Aurora! Cambiamos de día y de casa. En la Casona, Francisca y Bosco desayunan en armonía. Ella no deja de referirle cual debe de ser su comportamiento pero confiesa estar contenta con los progresos del chico. Bosco se siente feliz en la Casona y valora todo lo que tiene después de la vida que le dio Silverio. Tiene ganas de montar a Bicho (ese nombre le queda pequeño a un ser tan hermoso como un caballo, le pega más a mujeres debiluchas que suelen caer por ventanas). Francisca, sin embargo, no le deja pues tiene otras tareas pendientes para el día, esas lecciones que tanto le aburren pero que necesita. Llega Fe preguntando si necesitan algo más y Bosco responde de manera brusca (hasta Francisca se sorprende). Tampoco es cuestión de que te exprimas en el terreno de señor, muchacho. La Montenegro refiere a Fe que Mariana no va a volver, que debe permanecer allí y que más le vale no cometer ningún error. Fe, prepárate, que la Paca es patrona muy exigente y las buenas palabras de Mauricio no siempre servirán.



De los avisos de Francisca nos vamos a la granja Buendía (ahora Ortuño) donde Nicolás parece tener mejor ánimo y se lo contagia a Mariana. Aunque poco le dura cuando ésta se marcha tras la llegada de Martín. Nicolás confiesa al ex-cura que cometió un error al invertir todos sus ahorros en la compra de la granja. Mientras el ex-fotógrafo (por lo menos profesionalmente) se desahoga, Bosco anda dándole vueltas a su contacto con las letras mientras Bernarda parece ignorarlo. Él pide su atención y ella dice que sabe cómo enseñarle. ¿Desde cuándo se enseña a alguien ojeando el periódico y haciendo caso omiso, salvo cuando interesa, al alumno? Está claro, como dijo Francisca en su día, que la docencia no es un don de Bernarda. Bosco quiere aprender sin perder ni un segundo para demostrarle a Francisca que no se equivocó al creer en él y Bernarda parece no comprender su empeño (aunque realmente finge no comprenderlo por mala, a ella también le pegaría el nombre de Bicho). Pero el nieto está empecinado y, por lo menos en ese momento, los tejemanejes de Bernarda no sirven de nada.

Volvemos a la granja y a los quebraderos de cabeza de Nicolás. Se siente mal de haber actuado sin haberlo hablado antes con Mariana. Confiesa no saber nada como para poder llevar con tino la granja pero Martín lo trata de tranquilizar diciéndole que le ayudarán. Nicolás se niega a ello para demostrar que no es un débil y que puede con eso. Mariana llega con la leche que ha conseguido de una vaca con gran contento y ambos hombres fingen. Vamos camino al Colmado donde Hipólito y Quintina se entretienen abroncando a Pedro y Dolores por su comportamiento en torno al asunto de Gaetano. No están de acuerdo con su proceder y no es para menos… ¿A quién se le ocurre montar semejante lío? Ellos lo achacan a su humanidad para no hacer sufrir al chico con la muerte de su pariente, después de su gran viaje desde Italia, pero, ¿a quién quieren engañar? Su egoísmo por querer quedarse por el morro las tierras de quién creían sin familia (y ese egoísmo que les niega deprenderse de ellas). ¡Bravo, Mirañarez! ¡Os estáis coronando!

Las locuras del Colmado dan paso a la cordura de la Casona. Bosco empieza a mostrar sus progresos con las letras a Francisca. Ella le felicita por su constancia mientras le recomienda una lectura más ligera a Moby Dick (el libro que cogió el chico para empezar a soltarse en esto del leer). Hablan entonces de María, que debería llegar a la Casona para empezar su lección con Bosco y, poco después, aparece con la pequeña Esperanza. Al parecer no tenía con quién dejarla (mentira, quería llevar a la niña y se monta sus excusas para no parecer tan desesperada). La niña acaba en brazos de Bosco, emocionado de ver a un “cachorro” tan bonito, como la llama él. Y parece, según vislumbra María, que Francisca trama algo. Niña, niña… Tú es que con la experiencia se ve que no vas marcha adelante, si no al contrario. Nada, lo digo porque ni se inmuta cuando debería conocer ya a nuestra querida Francisca como para imaginarse cualquier barbaridad… Ay, inocente…



De Francisca y sus ideas peligrosas nos vamos a la Posada. Emilia y don Anselmo hablan de lo misterioso que es todo lo que rodea a Bosco (y el propio zagal). En esas andan cuando aparece Raimundo algo agitado. El Ulloa confiesa que se encontró con una mujer de Villalpanda, Ernestina, cuyo hijo está en la misma situación de Florencio y que, desesperada, le pidió que no cejara en su empeño de dar fuerza a ese manifiesto para otorgar voz a quien la necesita (claro, que bien se ve todo desde la barrera). Raimundo pareció conmoverse con aquella petición por lo que parece que el día de la publicación de su manifiesto en el periódico está cada vez más cerca.  Lo que me sorprende es que todos parecen empeñarse en advertirle de los riesgos pero ahí queda eso, nadie lo para. El día que lo metan en prisión o lo acusen de anarquismo ya clamaran al cielo… ¡Si es que esta gente es tonta!



De tanto descuido de los demás por los actos de Raimundo pasamos al Jaral. María le cuenta a Aurora su visita a la Casona con Esperanza. Martín llega y María se lo toma con naturalidad. Habla de Bosco, de su madrina, del plan de almorzar con Esperanza allí… Martín se hace el tonto pero claramente le disgusta la situación. Aurora lo nota aunque él parece preferir no comentar nada. ¡Y volvemos al Ulloa! Que hoy parece que con tanto manifiesto está dándose muchos garbeos interesantes como para enfocarlo. Lee un texto (poético) en presencia de Alfonso que anda más pendiente de llamarle la atención cuando termine de leer que de escuchar con tino las palabras que pronuncia. Quintina aparece en busca de Emilia y, al escuchar a Raimundo, queda fascinada con las palabras que recita y con su labia para pronunciarlas.



Entre poemas regresamos a la granja de los Ortuño – Castañeda donde los problemas parecen seguir y seguir. Nicolás ha montado un mueblo sin estar seguro de si lo ha hecho correctamente y Mariana sigue peleándose con la mantequilla. Entre arrumacos parecen olvidarse de esos pequeños problemas pero un error de Nicolás, al dejarse la puerta del establo abierta, hace que los animales se escapen y que su tensión rompa su equilibrio, haciéndole explotar. Mariana, al fin conocedora de su desesperación por ver que las cosas no salen bien, trata de sosegarlo. Entre más cariñitos y palabras de ánimo, los dos se van en amor y compañía en busca de los animales extraviados.

Y en compañía únicamente se encuentran Bernarda y Francisca en el despacho de la Casona. La Paca cuenta a Bernarda el rato vivido con María cuando llegó con Esperanza. Está contenta de cómo congenió Bosco con la niña, de la estampa y, por supuesto, de lo que rumia su cabeza desde ese mismo instante. Bernarda se hace la digna por no haber sido invitada a ese rato tan agradable después de haber estado dando lecciones a Bosco por la mañana pero claro, como siempre está durmiendo a esas horas (según Francisca) de lo mucho que trabaja, ella ni se molestó, y bien que lo agradezco, en darle aviso. Francisca muestra su felicidad con Bosco. Ve su progreso y se siente feliz del empeño que pone por hacer bien las cosas. Bernarda, como es habitual en ella, trata de meter algo de cizaña comentando a Francisca que el chico pasea descalzo por el jardín pero ella, más que tomarlo a mal, lo ensalza como una virtud espléndida de su indómito carácter. Insiste en su inteligencia y su habilidad para recordarlo todo una vez se le ha dicho. Bernarda aprovecha para dejar claro que el chico, al haber estado tanto en libertad y sin “ataduras” puede perder el control y obviar sus mandatos. Francisca no está dispuesta a rendirse y asegura con rotundidad, que convertirá a Bosco en un Montenegro de los pies a la cabeza. Lo que no consiguió con sus hijos y tampoco con María (aunque con la ahijada, ciertamente, no buscó ese fin), lo conseguirá con él. O, al menos, eso es lo que cree, porque a saber cuánto tardan los lunares en causar estragos en el chico. Los lunares, el carácter de la partera deslenguada… No olvidemos que Tristán solo era un frasquito de espermatozoides del que, por supuesto, con lo que eclipsaba ella, sus hijos no han heredado nada (sorprendente es que Bosco se le parezca físicamente). ¡Veremos! Al poco de esa confesión llega Mauricio para hablar sobre Mariana. Francisca parece empecinada en hacer pagar a Mariana su comportamiento de los últimos tiempos pese a los intentos de Mauricio por hacer a su señora correr un tupido velo.



Cerramos la historia con Dolores Mirañar y Alicia. La alcaldesa consorte despacha con rapidez a Candela en cuanto ve a Alicia aparecer por la tienda. La mujer anda más a tono que nunca y se pone a hacer de las suyas. ¿Qué no ha conseguido saber nada en el pueblo? ¿Qué nadie que pudiera saber algo de la forastera por su cercanía a Conrado ha abierto la boca? ¡No pasa nada! Ya se encargará ella con sus tejemanejes de conseguir que Alicia que, como es habitual en ella, va de mosquita muerta, le confiese todos los secretos que precisa saber para pregonarlos (aunque jure por quién sea que será una tumba, pues antes sale pelo a las ranas). Ahora, ¿Alicia se deja influencia por los enredos de Dolores o, conociendo (si es que conoce) su extremo afán por el cotilleo se aprovechará de eso para propagar quiénes son ella y su hijo realmente?


Avances… Mauricio trata de convencer a Francisca de que deje de lado a Mariana pero la mujer no cejará en su empeño en devolver con creces a Mariana su “acertada” decisión. Raimundo ha mandado el manifiesto a un periódico y lo publicarán en su próxima edición (la que has liado Ulloa). Bosco confiesa a Francisca que desea tomar contacto con otros jóvenes de su edad para entablar amistad. Bosco habla con Bernarda de la prohibición de Francisca de bajar aún al pueblo y Bernarda tergiversa las palabras, haciéndole ver que no se trata de una orden si no de un consejo, como lo fue todo lo referido a Bicho (¡tú sí que lo eres, mala!). Y fin.

1 comentario:

  1. Gracias Miri fantástico articulo.

    Me cansa tanto hermanos, Conrado, hermanos, Alicia volvemos a David que no quiere a la “buena” de Aurora, chico listo por cierto y de gustos refinados jajajajajja. Ufff que pesados. No sé si prefería más, a Mariana en la Casona, o en la granja, pero por lo menos en la Casona nos daba buenos momentos con Francisca, pero ahora con la mantequilla y las vacas…

    Que rebonica está nuestra Francisca con su Bosco, ya era hora que le dieran una alegría a la pobre. Ya veremos lo que le dura, pero de momento, disfrutaremos con esas maravillosas sonrisas que le arranca Bosco.

    ¿Qué estará tramando Francisca? Si es que Bosco y María se junten, no es mala idea, por lo menos Bosco estará más educado y es más trabajador que el ex curita.




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